¡A mí que no me cremen! | El Nuevo Liberal
A mi Popayán llegó la terrible costumbre de la cremación como una brutal práctica de deshacerse del cuerpo humano muerto, incinerándolo en un horno crematorio junto al campo santo. En este país recientemente anestesiado del dolor por muertes ajenas, la elección cada vez más frecuente y costosa de poner a disposición final el cadáver a una máquina, es bárbara, para utilizar un término menos espeluznante.
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