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domingo, 15 de abril de 2018

Tiempo de cambios

Pasada la temporada de Semana Santa, nos enrumbamos hacia la Navidad. Ambas son fiestas del calendario cristiano, pero con el paso del tiempo dejan de ser conmemoraciones de la fe cristiana, tanto la Pasión y Muerte de Cristo, como el Nacimiento de Jesús.
La Semana Santa, viene perdiendo su nombre. Ya no es extraño que le llamen, “Feliz Semana Santa”; otros con más osadía la denominan: “Parranda Santa”. Son tiempos de disfrute de vacaciones, en sitios de recreo, exposiciones artesanales, hoteles atestados de turistas, discotecas repletas, restaurantes colmados de boquisabrosos degustando suculentas comilonas, cosa que en otros tiempos era mal visto. Ayunar era abstenerse de alimentos corporales como una forma de penitencia y de oración.
Ya no hay nada devocional ni religiosidad por cuenta de las cofradías que a través de los siglos paralizaban la ciudad de Popayán. Iglesias y capillas, marcaban la Cuaresma con el color morado, comprendida entre el miércoles de ceniza y el jueves Santo; a partir de allí, comenzaba el triduo pascual: la pasión, muerte y resurrección del Señor. En ese plan antiguo, ordenaban por decreto, cerrar los cines y teatros y, en la radio sólo ponían música sacra o clásica, por tratarse de la conmemoración de la Pasión.
No recuerdo desde cuando se inventaron la Semana Santa, sin devoción, sin Dios. Llegaron estos tiempos modernos, época de incertidumbres”, periodo en que las prácticas de la devoción son cosas del pasado. La llamada cristiandad, el acto de religión, de dar a Dios lo que es de Dios, ya no es viable. La sociedad se corrompió poco a poco, llegando al enfriamiento de la fe. Y en Popayán, entre todos, inventamos una Semana Santa sin fe.
La muchedumbre sale en las noches de los desfiles sacros no a mirar la imagen de Cristo y la Virgen, sino a admirar las flores, los bordados, la orfebrería y desde luego, a ver a los cargueros: “es que hoy carga fulanito”. La algarabía es vergonzosa. ¿Dónde quedó la memoria de los abuelos o los padres que nos legaron estas tradiciones y nos enseñaron a amar las procesiones? Antes tenían un profundo sentido religioso, ahora cada año pierden renombre.
Las flores son hermosas, pero desde cuando las ponemos en el florero, empiezan a morir, necesitan estar conectadas a sus raíces para mantener su vida. Así mismo, igual hombres y mujeres se creen piadosos, por el solo hecho de apartar un tiempo para “ir a ver las procesiones”. Caen en el engaño espiritual al sentir que son buenos cristianos cuando dominicalmente se congregan en la iglesia y, creen haber cumplido con Dios para irse en paz por el resto de la semana. En esto admitamos que necesitamos una reforma. Triste reconocerlo, pero cada uno de los cristianos tenemos esta lucha diaria. Debemos ser conscientes del proceso de descristianización que está sufriendo la Semana Santa. Para algunos las causas no son más que la malicia y molicie de la gente, pero la verdad, es una tragedia que nos pone al filo de algún abismo difícil de definir; porque hoy, todo es perversión, corrupción y pérdida de valores.

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