Pasada la temporada de Semana Santa, nos enrumbamos hacia la Navidad.
Ambas son fiestas del calendario cristiano, pero con el paso del tiempo
dejan de ser conmemoraciones de la fe cristiana, tanto la Pasión y
Muerte de Cristo, como el Nacimiento de Jesús.
La Semana Santa, viene perdiendo su nombre. Ya no es extraño que le
llamen, “Feliz Semana Santa”; otros con más osadía la denominan:
“Parranda Santa”. Son tiempos de disfrute de vacaciones, en sitios de
recreo, exposiciones artesanales, hoteles atestados de turistas,
discotecas repletas, restaurantes colmados de boquisabrosos degustando
suculentas comilonas, cosa que en otros tiempos era mal visto. Ayunar
era abstenerse de alimentos corporales como una forma de penitencia y de oración.
Ya no hay nada devocional ni religiosidad por cuenta de las cofradías
que a través de los siglos paralizaban la ciudad de Popayán. Iglesias y
capillas, marcaban la Cuaresma con el color morado, comprendida entre
el miércoles de ceniza y el jueves Santo; a partir de allí, comenzaba el
triduo pascual: la pasión, muerte y resurrección del Señor. En ese plan
antiguo, ordenaban por decreto, cerrar los cines y teatros y, en la
radio sólo ponían música sacra o clásica, por tratarse de la
conmemoración de la Pasión.
No recuerdo desde cuando se inventaron la Semana Santa, sin devoción,
sin Dios. Llegaron estos tiempos modernos, época de incertidumbres”,
periodo en que las prácticas de la devoción son cosas del pasado. La
llamada cristiandad, el acto de religión, de dar a Dios lo que es de
Dios, ya no es viable. La sociedad se corrompió poco a poco, llegando al
enfriamiento de la fe. Y en Popayán, entre todos, inventamos una Semana
Santa sin fe.
La muchedumbre sale en las noches de los desfiles sacros no a mirar
la imagen de Cristo y la Virgen, sino a admirar las flores, los
bordados, la orfebrería y desde luego, a ver a los cargueros: “es que
hoy carga fulanito”. La algarabía es vergonzosa. ¿Dónde quedó la memoria
de los abuelos o los padres que nos legaron estas tradiciones y nos
enseñaron a amar las procesiones? Antes tenían un profundo sentido
religioso, ahora cada año pierden renombre.
Las flores son hermosas, pero desde cuando las ponemos en el florero,
empiezan a morir, necesitan estar conectadas a sus raíces para mantener
su vida. Así mismo, igual hombres y mujeres se creen piadosos, por el
solo hecho de apartar un tiempo para “ir a ver las procesiones”. Caen en
el engaño espiritual al sentir que son buenos cristianos cuando
dominicalmente se congregan en la iglesia y, creen haber cumplido con
Dios para irse en paz por el resto de la semana. En esto admitamos que
necesitamos una reforma. Triste reconocerlo, pero cada uno de los
cristianos tenemos esta lucha diaria. Debemos ser conscientes del
proceso de descristianización que está sufriendo la Semana Santa. Para
algunos las causas no son más que la malicia y molicie de la gente, pero
la verdad, es una tragedia que nos pone al filo de algún abismo difícil
de definir; porque hoy, todo es perversión, corrupción y pérdida de
valores.
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