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domingo, 15 de abril de 2018

Cargar Santos

Popayán ha sabido mantener su tradición católica de cargar Santos, famosa por su solemnidad a nivel nacional e internacional. Este rito religioso fija el inicio de los desfiles sacros de la Semana Mayor desde el año de 1.566, lo que parece indicar que el sentimiento religioso de los habitantes de esta comarca, fue inculcado por los conquistadores españoles, 30 años después de la fundación de Popayán. La importancia de las procesiones se revela en una disposición de siglos, fechada el 29 de marzo de 1675, que estipula que todas las personas, vecinos y moradores deben limpiar cada cual la parte que le pertenece de la calle y el solar. 
Desde entonces, para ellos y para nosotros, la procesión cuatricentenaria es la más auténtica manifestación religiosa. Con el transcurrir de los años los payaneses raizales las han ido enriqueciendo con el aporte de bellas imágenes, traídas en su mayor parte de España y de Quito, donde los artistas dedicaron su inspiración a representar los diferentes pasajes de la pasión de Cristo. Inicialmente solo participaban artesanos, personas humildes, que se encargaban de cargar en andas muy sencillas las imágenes. Con el transcurrir del tiempo, las procesiones se fueron enriqueciendo, merced al progreso económico, que conllevó al aumento y enriquecimiento artístico de los pasos.
Las procesiones semana santeras, desde hace más o menos sesenta años, se han convertido en una tradición arraigada a través de la escuela de carguío con hermosas réplicas en versión “chiquita”, en la que participan niños orgullosos de las costumbres inspiradas de sus padres. Es un hábito adquirido de los antepasados, una logia infranqueable que representa el compromiso con la ciudad y el sentido de pertenencia hacia esta.  Ellos pertenecen a esa cofradía que se extiende todo el año hablando del orgullo de cargar Santos.
Ciertamente los desfiles religiosos de Popayán no han tenido una histórica estática. El año pasado, (2017) gracias al empuje y mística de Luis Eduardo Ayerbe, en medio de una discusión religiosa, logró después de 109 años, rescatar la procesión del “lunes santo” que hasta el año de 1885 salía de la Catedral Basílica de Nuestra Señora de la Asunción de Popayán. Así fue como ese “ignorado” evento sacro permitió la cabida a 19 nuevos pasos, 17 síndicos y 152 ávidos cargueros.
La institucionalidad de las procesiones se ha mantenido porque contra todo lo que se cree, no se debe solo a la élite que participa en ella. El barrote cedido de padres a hijos por tradición, también se origina en ese instinto de imitación de los niños, porque en Popayán una vez concluida la Semana Santa en hombros de los adultos, en cuyas elogiadas procesiones, los niños ven y admiran la participación de sus padres y, hermanos mayores, por lo que se dedican, en son de juego a imitar con los medios a su alcance, los pasos, los personajes y desfiles sacros. Pero es justo reconocer que, esa tradición, se complementa con las acreditadas “Procesiones Chiquitas”, eventos infantiles organizados por la Fundación Cultural Pedro Antonio Paz Rebolledo, creada con ese propósito entre la infancia.

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