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sábado, 14 de diciembre de 2024

Joyas arquitectónicas de Popayán

 




“Llorar como mujer lo que no supimos defender como hombre”. Breve frase que podría escribirse en una lápida en Popayán. Explicando que así ha sido siempre en la “Ciudad Blanca”. No fuimos capaces de defender la estación del ferrocarril. Bella edificación que fue por muchas décadas un icono en la amada Popayán. La perdimos, lamentablemente cuando cierto alcalde mandó a demolerla. Pésima decisión, haber derribado esa edificación que era una joya para admirar de la histórica arquitectura de Popayán.

Tremendo carrusel de errores contra nuestra amada ciudad, cometieron líderes gubernamentales, que lo único que hicieron fue destruir y acabar con el patrimonio histórico, elementos arquitectónicos que fortalecían nuestra identidad cultural. Quienes, conocimos, vivimos y disfrutamos de la maravilla del ferrocarril del Pacífico, hoy nos lamentamos, no solo por la demolición de la estación del ferrocarril, otra gran joya arquitectónica, sino por el viacrucis que soportamos viajando Cali-Popayán. Si la vía férrea existiera, no utilizaríamos: tractocamiones, carro-tanques, y vehículos de carga pesada que, en la panamericana, son causa de trancones y accidentes.

La Plaza de Toros Francisco Villamil Londoño, fue otro símbolo de identidad y cultura en Popayán. Actualmente cerrada y sin actividad taurina. Contaba con amplias y bellas zonas destinadas al público y, el ruedo dónde se desarrollaba la novillada con instalaciones necesarias para el festejo del arte taurino. Su estilo arquitectónico colonial, era una de las más bellas de Colombia a decir de los maestros de la torería. Con esta festividad de origen español, Popayán movía su economía. Sin embargo, en los últimos años, el deterioro de la plaza de toros, es evidente. Los amorosos con Popayán expresamos gran preocupación por la ruina en que se encuentra este valioso patrimonio. No cabe duda, sobre la ciudad cae la maldición del arzobispo expulsado por Tomás Cipriano de Mosquera ¡Popayán se cae a pedazos!

Dentro del marco histórico existió otro de los espacios más antiguos de la ciudad. La Plaza de Mercado construida entre 1924-1928. En su interior, veíamos decenas de comerciantes, cerrando tratos con la frescura de los productos del campo que allí mercadeaban. Esa arquitectura, símbolo de prosperidad y abundancia, abría sus cuatro enormes portalones de lunes a domingo, desde las ocho de la mañana hasta las cuatro de la tarde para todos aquellos que deseaban mercar o disfrutar de un plato de comida casero con sabor a plaza. La demolieron para levantar el adefesio del Centro Comercial Anarkos, ahora convertido en el basurero central de Popayán.  Parafraseando al Maestro Valencia, expreso: En el umbral de la polvosa ciudad, he visto sucias sus calles y el pueblo entumecido.

Esos referentes antiguos representaban, en mayor o menor medida, la metáfora de un lugar y tiempo, una idea, una poética, un movimiento, el testimonio de un tiempo o de una forma de vida.  Aunque siguen siendo uno de sus principales atractivos, cada vez se caen a pedazos.  Lástima grande, esos hermosos caserones que por varios siglos ocuparon las familias más destacadas de la ciudad, hoy las modifican en su mayoría para diferentes usos. Si no se conservan, pueden destruirse y desaparecer, dando como resultado una pobreza cultural y el deterioro de nuestra identidad como vestigio de ciudad colonial.

Con motivo de otro aniversario, la población debería entender que este tipo de inmuebles antiguos, una vez que se destruyen no los podemos reponer. Conservarlos en buen estado, atrae el espíritu patojo y, sobre todo, nos permite transmitir a las generaciones presentes y futuras, la memoria histórica de nuestra entrañable ciudad, como parte fundamental de nuestra identidad local.

Civilidad: Inundado de lágrimas veo la ruina de mi ciudad amada

1 comentario:

  1. Saludos apreciado doctor: muy cierto el contenido de su artículo. La razón? Popayán una ciudad sin dolientes y con depredadores. Se olvidó mencionar la plazoleta de la Iglesia de San Francisco, en el adefesio en que quedó.

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