La Ley 134 de 1994, norma con
la que cuentan los ciudadanos para dar por terminado el mandato conferido a un gobernante.
Es un mecanismo de participación ciudadana otorgado para defender el voto
de los electores. Escribo sobre el tema, al escuchar y leer por doquier las voces
pidiendo tempranamente la revocatoria del alcalde Juan Carlos Muñoz Bravo, ante
la insatisfacción de la ciudadanía frente a la labor del inexperto mandatario.
Aquí explico, que este proceso
se puede convocar un año después de comenzar el mandato y, siempre, antes de
los 12 meses de que termine. Los legisladores lo instauraron desde 1968, al
entrar en crisis la democracia puramente representativa que la transformaron en
democracia participativa, al suponer que el ciudadano no solo puede votar, sino
que tiene otras formas; entre ellas, la revocatoria de mandato, como mecanismo
de control para evitar el abuso o la impericia y, “metidas de pata”, del
ganador.
Pero, lo cierto es que, la
revocatoria en general, va en contravía del concepto de Mandato Libre que es
regla universal en los sistemas electorales. En un principio, el elegido sí era
un mandatario de los electores que lo apoyaron; pero luego se entendió, que el
gobernante debe estar libre para gobernar dentro de la ley, sin estar
consultando más que a su propio partido; pero, escuchando y atendiendo a los
gobernados en general.
Luego entonces, el constituyente
se equivocó en 1991 al instituirla, porque ya no existe ese Mandato Imperativo
del principio, sino el Mandato Libre; aunque inicialmente no se aceptó; pero
luego se universalizó: el elegido actúa solo de conformidad con la ley de
acuerdo a su leal saber y entender.
Y es que, las causales son muy
ambiguas. Hoy en día, un gobernante no cumple a cabalidad su programa de
gobierno porque depende de varios factores que impiden que pueda lograrlo. Además,
es muy complejo medir la insatisfacción de la ciudadanía. En el fondo, la
revocatoria es otra elección, que les da ingobernabilidad a los electos, que
deben concentrarse en su defensa. En tanto que, a los ciudadanos les permite
desahogarse, más no castigarlos por no aprender a votar bien, ni tampoco a los
partidos y líderes perdedores por no saber hacer alianzas estratégicas
adecuadas.
Entonces, votar por la
revocatoria es un fracaso porque no hay incentivos para los ciudadanos. Sin recibir
estímulos del Estado por votar, ni ilegítimos de los políticos como en las
otras elecciones con el tamal, el licor o el dinero, etc. En ocasiones, suelen
ser estrategias de los perdedores de las elecciones, intentando forzar las decisiones
al mandatario elegido, o haciéndole oposición para pedir cuotas o simplemente
para hacer campaña para las siguientes elecciones.
De allí que, en mi opinión, ¡la
revocatoria es un fracaso! Es un gasto innecesario de dinero y de tiempo. Más
provechoso resultaría, tratar de educar mejor a los electores para que voten
con mejor criterio. Pasará mucho tiempo antes de que la revocatoria llegue a
tener utilidad en otros tiempos. Mientras tanto, continúa la inconformidad como
“olla de presión” de los ciudadanos y de persuasión ante el reyezuelo sin
escrúpulos. En la amada Popayán, cada rincón está escrito. Y si como dicen la
palabra escrita tiene el poder para recuperar la ciudad, con respeto y sin irritar,
hagámoslo para que algún día el viento transporte las palabras haciéndolas
realidad.
Civilidad: Utilizar
bien las palabras para construir en lugar de destruir, debe ser el lema de
payaneses desde el principio hasta el final. ¡Feliz Navidad amables lectores!