Usualmente comprobamos que, en Popayán, cada vez se lee menos. Se escribe mal y se habla en forma deplorable. Hablar bien y convencer, es un arte que no solo le viene bien a la -prensa, radio, televisión y redes sociales, sino también a algún mandatario de medio pelo. Es una desgracia no tener talento para hablar bien. Hablar y escribir bien, definen nuestra identidad más profunda. Cuanto mayor sea el uso de palabras sencillas, pero bien expresadas, así será de efectiva nuestra capacidad de relacionarnos socialmente. Saber comunicarnos adecuadamente, resulta una cualidad fundamental en el ámbito personal y profesional. Mucho conviene que nos preocupemos todos por prepararnos para hablar correctamente. Aprender a expresar las ideas de un modo claro y preciso, está al alcance quien esté dispuesto a dedicar un mínimo de tiempo y esfuerzo a dicho arte.
Nuestro
bello idioma está empobreciendo el poder de precisión, abreviando el lenguaje: “porfa”,
“deli”, “peli”, “celu”, “compu”, “boli”, “diver”, “profe”, “bici” …, simpleza que es cada más
difícil de entender. Simplificar la palabra y la pérdida del pensamiento
complejo para democratizar el esfuerzo mínimo. Que muera la ortografía y la
sintaxis, para qué los acentos, las mayúsculas, los signos de puntuación.
Nacimos
con dos ojos, dos orejas y una sola lengua, porque debemos escuchar y mirar dos
veces antes de hablar. Los seres humanos necesitamos relacionarnos entre
nosotros para transmitir conocimientos, experiencias, sentimientos y opiniones.
Tengamos en cuenta que el arte de hablar, es el arte de persuadir. Quienes se
expresen con claridad y precisión abrirán el camino en la vida con mayor
rapidez y probabilidad de éxito. Igual ocurre cuando escribimos. Escribir
correctamente tiene unas reglas que cualquier persona puede y debe utilizar. La
escritura es el arte de la palabra. Quien bien habla, igual podrá escribir,
evidenciando que es educado, que es constante en la lectura, a la
par que abre las puertas para entender y ser comprendido.
Hoy sustituyen los libros por la televisión. “Yo soy visual, aprendo con imágenes”, repiten con su más natural inteligencia. El sistema educativo ya no contempla el aprendizaje de técnicas de hablar y escribir bien. Pero eso, no es excusa. Hay bastante literatura y libros sobre el arte de hablar y hacerse oír. Darle valor a la palabra es transformarla en autoestima. En nuestro medio, hay carencia formativa en esta área. Se desaforan garlando en público, gobernantes, clase política y comunicadores sociales en clásica verborrea.
Una persona preparada que, además, sepa hablar, atesora más posibilidades de futuro muy superiores a las de otra con espectaculares conocimientos, pero con nulas aptitudes comunicadoras. De allí que leer con asiduidad, escribir con corrección y hablar en público con destreza, deberían ser tres objetivos ineludibles para gobernantes y funcionarios. Si se aplican, las ansias de comunicar, evitará hablar con oscuridad. Comunicadores sociales, incluidos mandatarios y altos burócratas, atropellan las reglas al pronunciar las frases, sin el cuidado hasta lo que redactan en boletines. La mala articulación de las palabras dificulta la emisión de frases hacia el oyente, sonando como chirrido devastador que nos llega al oído. Pero, no basta una buena articulación y una pronunciación coherente, hay que tomar conciencia de los propios defectos, aceptando la primera e indispensable etapa de corregir y mejorar para hablar y escribir bien.
Civilidad: El hábito de la lectura mejora la expresión oral y escrita, haciendo el lenguaje más fluido.