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sábado, 26 de octubre de 2024

Quien no lee, mal escribe y peor habla



Usualmente comprobamos que, en Popayán, cada vez se lee menos. Se escribe mal y se habla en forma deplorable. Hablar bien y convencer, es un arte que no solo le viene bien a la -prensa, radio, televisión y redes sociales, sino también a algún mandatario de medio pelo. Es una desgracia no tener talento para hablar bien. Hablar y escribir bien, definen nuestra identidad más profunda. Cuanto mayor sea el uso de palabras sencillas, pero bien expresadas, así será de efectiva nuestra capacidad de relacionarnos socialmente. Saber comunicarnos adecuadamente, resulta una cualidad fundamental en el ámbito personal y profesional. Mucho conviene que nos preocupemos todos por prepararnos para hablar correctamente. Aprender a expresar las ideas de un modo claro y preciso, está al alcance quien esté dispuesto a dedicar un mínimo de tiempo y esfuerzo a dicho arte.

Nuestro bello idioma está empobreciendo el poder de precisión, abreviando el lenguaje: “porfa”, “deli”, “peli”, “celu”, “compu”, “boli”, “diver”, “profe”, “bici” …, simpleza que es cada más difícil de entender. Simplificar la palabra y la pérdida del pensamiento complejo para democratizar el esfuerzo mínimo. Que muera la ortografía y la sintaxis, para qué los acentos, las mayúsculas, los signos de puntuación.

Nacimos con dos ojos, dos orejas y una sola lengua, porque debemos escuchar y mirar dos veces antes de hablar. Los seres humanos necesitamos relacionarnos entre nosotros para transmitir conocimientos, experiencias, sentimientos y opiniones. Tengamos en cuenta que el arte de hablar, es el arte de persuadir. Quienes se expresen con claridad y precisión abrirán el camino en la vida con mayor rapidez y probabilidad de éxito. Igual ocurre cuando escribimos. Escribir correctamente tiene unas reglas que cualquier persona puede y debe utilizar. La escritura es el arte de la palabra. Quien bien habla, igual podrá escribir, evidenciando que es educado, que es constante en la lectura, a la par que abre las puertas para entender y ser comprendido.

Hoy sustituyen los libros por la televisión. “Yo soy visual, aprendo con imágenes”, repiten con su más natural inteligencia. El sistema educativo ya no contempla el aprendizaje de técnicas de hablar y escribir bien. Pero eso, no es excusa. Hay bastante literatura y libros sobre el arte de hablar y hacerse oír. Darle valor a la palabra es transformarla en autoestima. En nuestro medio, hay carencia formativa en esta área. Se desaforan garlando en público, gobernantes, clase política y comunicadores sociales en clásica verborrea.  

      Una persona preparada que, además, sepa hablar, atesora más posibilidades de futuro muy superiores a las de otra con espectaculares conocimientos, pero con nulas aptitudes comunicadoras. De allí que leer con asiduidad, escribir con corrección y hablar en público con destreza, deberían ser tres objetivos ineludibles para gobernantes y funcionarios. Si se aplican, las ansias de comunicar, evitará hablar con oscuridad. Comunicadores sociales, incluidos mandatarios y altos burócratas, atropellan las reglas al pronunciar las frases, sin el cuidado hasta lo que redactan en boletines. La mala articulación de las palabras dificulta la emisión de frases hacia el oyente, sonando como chirrido devastador que nos llega al oído. Pero, no basta una buena articulación y una pronunciación coherente, hay que tomar conciencia de los propios defectos, aceptando la primera e indispensable etapa de corregir y mejorar para hablar y escribir bien.

Civilidad: El hábito de la lectura mejora la expresión oral y escrita, haciendo el lenguaje más fluido.

 

                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                         

domingo, 20 de octubre de 2024

"Y ahora quien podrá defendernos"

 


Tomo la frase de la tan famosa comedia del siglo pasado, que sirve  para ilustrar la problemática que asoma desde que amanece hasta que anochece en Popayán sin aparezca una sola persona a la cual recurrir. Increíble que en la otrora ciudad culta, ninguna administración municipal haya podido regular las escenas de motorizados retorciéndose en las vías.

Es un peligro recorrer esta intermedia ciudad para adelantar diligencias o simplemente salir caminar. Es una osadía para el peatón. En su andar es probable que se encuentre hasta tres o más accidentes de motorizados o discusiones a causa de imprudencia o situaciones de riesgo con otros vehículos. En lo personal, me siento afligido por la transición hacia la vida eterna de mi apreciado amigo Francisco Castillo Mosquera, gran señor, ex funcionario bancario de gran reputación, quien tuvo una vida bien usada. Por lo que hubiese deseado que su tiempo limitado en este paraíso terrenal fuese en forma habitual y no tan dramático. Como este lamentable accidente, he visto en plenas vías de circulación la forma como realizan sus atrevidas maniobras para pasar los vehículos, llevándose por delante lo que encuentren, rayando los carros, rompiendo retrovisores, sin siquiera detenerse para ofrecer disculpas por el daño. Al contrario, aceleran la velocidad y, ¡se vuelan!

En los semáforos, como enjambres de avispas, se atraviesan, sin mediar ninguna consideración y si por casualidad, es uno quien está a punto de tocarlos, a causa de sus irresponsables maniobras, lo gritan llenos de ultrajes, aunque vaya con su familia. El problema no es sólo de incultura vial en las vías de tránsito, sino de incultura ciudadana donde no respetan ninguna normativa. Nadie está a salvo ni siquiera transitando por las aceras, como le sucedió a mi amigo “Pachito”, porque ellos, en su alocada carrera se trepan a las aceras y separadores, poniendo en riesgo a transeúntes. Las rampas que fueron construidas para garantizar el acceso a personas con discapacidad, ahora son la opción más viable para treparse los motociclistas o aparcar carros. Causa indignación la nula regulación sobre este tópico y la poca aplicación de normativa y control, no se ve ningún funcionario público que la haga cumplir, brillan por su ausencia. Con frecuencia, circulan motos trasportando hasta cuatro personas, sin cascos de protección con niños y hasta bebés, en los asientos, empaquetados como sándwiches. Y nadie dice ni hace nada. La incuria oficial es patente. Abundan los "moto taxistas". En cualquier esquina o lugar de la ciudad, sin autoridad que controle el estacionamiento de sus motos, dificultando la visión contra las debidas medidas de seguridad. Son muchos los pasajeros víctimas de lesiones graves, en su afán de llegar lo más rápido. Los transportan zigzagueando, haciendo maniobras, subiéndose a las aceras, pero poniendo en peligro piernas y rodillas de sus pasajeros y atropellando a los transeúntes. Así quedan lesionados, y tirados en el suelo a la buena de Dios, incluidas las vidas e integridad de los mismos "motorizados". Como si lo anterior fuera poco, existe un vacío en las leyes que permite asociar otros delitos, como el narcotráfico, homicidio y el fleteo para castigar de manera más severa este problema.

No se busca criminalizar, ni estigmatizar el uso de motocicletas o a los usuarios, pero sí hacer justicia y evitar que este fenómeno siga creciendo, afectando a quién sale a las calles. ¡Angustioso panorama!  Y entonces, ¿qué ente público podrá defendernos de tanto atropello en las vías y aceras públicas de nuestra amada Popayán?

 Civilidad: Los “moto ratones” sin seguro obligatorio vigente y, no responde nadie. Siguen siendo los que más evaden el SOAT.

 

 

 

 

sábado, 12 de octubre de 2024

¿Antes de Colon, los vikingos?

 


Hace más de 50 años, estudiosos admiten que marinos vikingos, durante exploraciones marinas realizadas entre el siglo XVIII y el siglo XII, fueron los primeros europeos en poner los pies en América. Aunque, el momento exacto de las incursiones de los vikingos en lo que ellos llamaban "Vinland" sigue siendo un misterio. De acuerdo a los objetos encontrados, datación por radiocarbono y la literatura vikinga, se cree que el asentamiento de L'Anse aux Meadows, tuvo cierta prosperidad entre el año 990 y el 1050. Se dice que los vikingos no sólo viajaron a América cientos de años antes que Cristóbal Colón, sino que parece probable que realizaran viajes rutinarios para extraer recursos naturales. Los investigadores creen tener ahora la prueba de este comportamiento, gracias a un mejor conocimiento de los árboles encontrados en Groenlandia.

La revista Antiquity de la Universidad de Islandia, afirma que los colonos nórdicos de Groenlandia (entre 985 y 1450 d.C.) dependían de la madera importada para la construcción de barcos y grandes proyectos de construcción. Este acceso y, el momento en que se produjo, corrobora las leyendas vikingas que afirmaban que existía una ruta comercial regular entre Groenlandia y Norteamérica unos 500 años antes de que Cristóbal Colón dirigiera su famoso viaje hacia el oeste. "Estos hallazgos ponen de manifiesto que los nórdicos de Groenlandia disponían de los medios, los conocimientos y las embarcaciones apropiadas para cruzar el estrecho de Davis hasta la costa oriental de Norteamérica, al menos hasta el siglo XIV". "Por lo tanto, se realizaron viajes de Groenlandia a Norteamérica durante todo el periodo de asentamiento nórdico en Groenlandia, y los nórdicos adquirieron recursos de Norteamérica durante mucho más tiempo del que se pensaba". La madera en cuestión, incluye cicuta y pino piñonero, especies que no son autóctonas ni de Groenlandia ni de Europa. El descubrimiento de que estas especies se utilizaban en Groenlandia hacia el año 1000 d.C. apoya la teoría de que fueron importadas de América. El pino piñonero probablemente procedía de lo que hoy es Nueva Inglaterra y Nueva Escocia. Es posible que la cicuta necesitara aún más viajes para encontrarse, ya que se localizaba sobre todo en Quebec, Ontario y otros lugares de Canadá y sus alrededores.

Para comprender mejor las prácticas de importación, los investigadores analizaron la madera de múltiples granjas y proyectos de construcción conocidos en torno al año 1000 d.C. Mediante el escrutinio de la estructura celular de la madera, pudieron concluir que aproximadamente una cuarta parte de la madera utilizada era importada o llegaba a la isla como madera flotante.

"Al demostrar la variedad de fuentes de madera utilizadas por los nórdicos de Groenlandia", escribieron los autores: “los resultados ilustran la conectividad en todo el mundo medieval del Atlántico Norte". “En el año 993 de nuestra era, una tormenta en el sol liberó un tremendo impulso de radiación que fue absorbido y almacenado por los árboles de toda la Tierra. Ahora, ese evento solar ha demostrado ser una herramienta crítica para conocer el año exacto en el que los vikingos estuvieron en América. Y fue varios siglos antes del "descubrimiento" de Colón”. Gracias a la tormenta cósmica de 993, los investigadores pueden asegurar que los vikingos ocuparon su pequeño asentamiento en el Atlántico Norte exactamente hace 1003 años, en el 1021. Aunque esta nueva fecha, más precisa, no traerá grandes cambios sobre nuestro conocimiento de la presencia vikinga en América, "confirma lo que los arqueólogos y otras evidencias previas sugerían.

Otra versión apunta a que: “las flotas encabezadas por dos almirantes chinos, Zhou Man y Hong Bao, habían navegado desde África hasta la desembocadura del río Orinoco, en la actual Venezuela, y que luego habían bajado por toda la costa del continente hasta el estrecho de Magallanes en el año 1421″

¡Cristóbal Colón no descubrió América! Podría ser otro título. ¿Cómo descubrir un continente ya poblado? El nuevo mundo no lo era tanto. Lo habitaban de norte a sur. Desde las tierras más septentrionales a las más meridionales. Del desierto helado de los inuit de Alaska y los ojibway de Canadá al hogar de los patagones y los onas de Tierra del Fuego. Un sinnúmero de pueblos había hecho suya América en tiempos inmemoriales.

Civilidad: Podemos enzarzarnos en una discusión bizantina sobre si Colón fue un descubridor o un conquistador, pero una cosa está clara: él no fue el primero.

 

sábado, 5 de octubre de 2024

Añoranzas de la infancia

 


Popayán del alma y, yo, somos antiguos. Mi añosa ciudad perdurará siempre, cargando sus años. En mi larga existencia, he pasado por dos siglos, tres papas, dos reyes y, una pandemia sobre mis hombros. Mis viejos amigos, unos achacosos en sus cuarteles de invierno, ya no salen a la calle. Otros viajaron hacia la infinitud.  En estos tiempos, los matrimonios de hoy, ya no quieren tener hijos, adoran las mascotas.  De lo más recóndito de mi memoria y, por comentarios que sugieren que la tradición oral regional no debe echarse al olvido, decidí escribir este compendio.

Hasta mediados del siglo XX, la bacinilla, recipiente en forma de tazón gigante, no podía faltar debajo de la cama para poder utilizarla de noche, cuando no había dentro del cuarto un baño. En las goteras de Popayán, no había energía eléctrica, de allí, el uso de lámparas de kerosene y Coleman de gasolina. Los mejores momentos de la vida nada tenían que ver con el dinero. Las canchas de futbol eran los potreros y las calles. La muchachada estaba expuesta a la “bola”, con  “tombos” de bolillo en mano que asustaban por las quejas del vecindario por los vidrios rotos de sus ventanas; pero, igual, seguíamos jugando hasta cuando nos hacía entrar el grito sagrado: “adentrooo”  

¡Infancia increíble! con pantalón corto hasta los 18 años. Acudíamos a lugares permitidos solo para menores de edad. La educación en esos bellos tiempos, era con profesores dedicados a enseñar sus conocimientos, eran verdaderos sabios con disciplina. Un mismo profesor enseñaba materias diversas con el arte de la retórica y la oratoria, buscando mediante la palabra el fin de persuadir. Los castigos eran desde simples orejas de burro sobre la cabeza en el rincón del salón mientras el maestro continuaba la clase; hasta los más bruscos, arrodillado sobre piedras y el azote con ramas sin hojas. Y también, leves castigos, haciéndonos llenar planas, escribiendo: “No debo hablar en clase”.  El maestro era una figura que ejercía su noble autoridad. Normas estrictas que llegaban, incluso al ámbito familiar.

Tiempos en que metíamos hasta la cabeza para sacar del carrito una paleta de helado de cinco centavos. Había criterios para controlar la edad de las personas que asistían una sala de cine: “apta para mayores de 18 años”. La boleta valía 20 centavos, para ingresar a los teatros: Municipal, Popayán, Valencia y Bolívar para ir a ver a Tarzán (Johnny Weissmüller) acompañado de “Chita”, llamando a Jane, su esposa, con armoniosos alaridos.  Veíamos desternillados de risa al cómico mexicano “Cantinflas”

Extraordinario, despertar un domingo a las 7 de la mañana, con la familia, todavía en pijama, reunidos en la sala, todos rodeando con alegría el televisor, aparato que cambió el mundo de la comunicación. TV en blanco y negro, años 60 muy diferente, no solo en cuestión de tamaño. Había que esperar la imagen, que, no se prendía al instante, había que esperar a que los bulbos se calentaran para que apareciera la imagen y el sonido. En aquel tiempo solo había un teléfono fijo en cada hogar, el antecesor del celular. Cuando timbraba el teléfono en casa, todos corrían, diciendo: “es para mí, estoy esperando esa llamada”. La manera de bloquear una llamada, era dejarlo descolgado, tu, tu, tu, tu...  

Los elementos correctivos que usaba mi madre, era, el rejo de tres patas que siempre se perdía; pero que aparecía, no por arte de magia, sino a punta de chancleta.

Civilidad: Evocando la infancia, echando al olvido la vejez.