El voto es secreto y, nadie está obligado a decir por quién
votó. Consulté con mi
conciencia y voté. A partir los 18 años, sin faltar uno, he cumplido con el
sagrado deber ciudadano. Desde marzo de
1988, cuando implantaron la elección
popular de alcaldes, he apoyado con mi voto.
No
voté por el alcalde, Juan Carlos Muñoz; pero, por y para la ciudad deseo que le
vaya bien en su cuatrienio. Aunque lo que se sabe lo poco que se conoce, el
alcalde supo triunfar ante el desafío. Y como es natural, no se puede
desvirtuar la voluntad popular. Aunque, el edificio democrático puede derrumbarse
por acciones prioritarias, no disminuyen los riesgos de la comunidad gobernada.
La calidad democrática, así
como la fortaleza de la gestión estatal, tienen mucho que ver con la forma como
se financian las campañas políticas para conseguir las mayorías. Las fallas en el
sistema de financiamiento de la política, afectan la credibilidad y confianza
en las organizaciones políticas, en los mecanismos de acceso al poder y en la
gestión administrativa. En todos lados, el dinero influye en la política.
Yo
no voté por el alcalde, que completó seis meses de mandato. Generalmente, como candidatos
se autodenominan como buenos, defendiéndonos de los malos. Utilizan mensajes,
simples y breves: “Alianza con Popayán”; “Vota con el corazón”; “Férrea defensa
por Popayán”; “Es nuestro tiempo”. Buscan imagen, aunque no todo sea real. Los programas de gobierno, poco se leen, y cada
vez, contienen menos páginas. Pagan sondeos de opinión para mostrar diferencias
definiendo quién es más capaz de jugar con las emociones; desde luego, sin
convencer al electorado que vota, muchas veces, no por el mejor, sino por el
menos malo. Endulzando el oído y el bolsillo de los votantes. Es injusto que se
planee tanto para engañar al pueblo, sin planificación de las necesidades del
mismo. Memorizan el discurso prometiendo lo que no van a cumplir. Adelantan campañas
con promesas falsas, sin valores, especialmente, el de la sinceridad. Y como
siempre “el pueblo”, no se toma la tarea de analizar, yéndose por el candidato
que le cae mejor.
Así que, terminada
la campaña eleccionaria, “después de ojo sacado, no hay Santa Lucía que valga”. Lo que sigue después de las elecciones, no es la defensa del elegido.
Es la intención de reflexionar sobre la parte sustancial del desempeño de quien
llegó a gobernar, sin discutir de si votamos bien o votamos mal. El remordimiento
no puede extenderse al rechazo o bronca, hacia la administración pública por
ineficaz que sea para poner en marcha las estrategias.
¡Hay que
respaldar al alcalde! Pues, todos los malestares tienen raíces históricas. Popayán
necesita mejorar los servicios públicos. Las estructuras criminales van en aumento.
Las finanzas municipales demuestran insolvencia económica. No para la
controversia que rodea el contrato millonario del Hospital San José de Popayán.
Hay que ponerles mano a las basuras, a la imprudencia de conductores, respeto por
las señalizaciones, parqueo donde les provoca, paleteros en los cruces,
conductas que atentan contra la cultura ciudadana. Hay que devolverle a la
ciudad, el goce del espacio público. La ocupación permanente o parcial de
vías públicas, indican que el imperio de la ley no existe. Hay que
cancelar la multimillonaria deuda a los hermanos Solarte para evitar esa “papa
caliente”, de más de 30 años, que asciende a ciento veintiocho mil millones de
pesos que puede llegar al embargo o intervención con Ley 550. Hay que frenar el desempleo y, enfrentar la corrupción con decisión. Dificultades
financieras por elevadas deudas, paralizan el
funcionamiento de la administración. Impagables intereses hacen crecer exponencialmente los compromisos
financieros. Y los ingresos por impuestos son raquíticos e insuficientes para
atender puntualmente sus gastos.
En fin, todos queremos que al
alcalde le vaya bien, por el progreso de Popayán y, eso implica ayudar, pues en
este barco viajamos todos.
Civilidad: Un
plan de acción, requiere liderazgo con gran capacidad, imaginación y
creatividad de acciones efectivas de gobierno.
Teléfono: (57) (601) 742 9336