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sábado, 29 de junio de 2024

Yo NO voté por el alcalde

 



El voto es secreto y, nadie está obligado a decir por quién votó. Consulté con mi conciencia y voté. A partir los 18 años, sin faltar uno, he cumplido con el sagrado deber ciudadano.  Desde marzo de 1988, cuando implantaron la elección popular de alcaldes, he apoyado con mi voto.   

No voté por el alcalde, Juan Carlos Muñoz; pero, por y para la ciudad deseo que le vaya bien en su cuatrienio. Aunque lo que se sabe lo poco que se conoce, el alcalde supo triunfar ante el desafío. Y como es natural, no se puede desvirtuar la voluntad popular. Aunque, el edificio democrático puede derrumbarse por acciones prioritarias, no disminuyen los riesgos de la comunidad gobernada.  La calidad democrática, así como la fortaleza de la gestión estatal, tienen mucho que ver con la forma como se financian las campañas políticas para conseguir las mayorías. Las fallas en el sistema de financiamiento de la política, afectan la credibilidad y confianza en las organizaciones políticas, en los mecanismos de acceso al poder y en la gestión administrativa. En todos lados, el dinero influye en la política.

Yo no voté por el alcalde, que completó seis meses de mandato. Generalmente, como candidatos se autodenominan como buenos, defendiéndonos de los malos. Utilizan mensajes, simples y breves: “Alianza con Popayán”; “Vota con el corazón”; “Férrea defensa por Popayán”; “Es nuestro tiempo”. Buscan imagen, aunque no todo sea real. Los programas de gobierno, poco se leen, y cada vez, contienen menos páginas. Pagan sondeos de opinión para mostrar diferencias definiendo quién es más capaz de jugar con las emociones; desde luego, sin convencer al electorado que vota, muchas veces, no por el mejor, sino por el menos malo. Endulzando el oído y el bolsillo de los votantes. Es injusto que se planee tanto para engañar al pueblo, sin planificación de las necesidades del mismo. Memorizan el discurso prometiendo lo que no van a cumplir. Adelantan campañas con promesas falsas, sin valores, especialmente, el de la sinceridad. Y como siempre “el pueblo”, no se toma la tarea de analizar, yéndose por el candidato que le cae mejor.

Así que, terminada la campaña eleccionaria, “después de ojo sacado, no hay Santa Lucía que valga”. Lo que sigue después de las elecciones, no es la defensa del elegido. Es la intención de reflexionar sobre la parte sustancial del desempeño de quien llegó a gobernar, sin discutir de si votamos bien o votamos mal. El remordimiento no puede extenderse al rechazo o bronca, hacia la administración pública por ineficaz que sea para poner en marcha las estrategias.

¡Hay que respaldar al alcalde! Pues, todos los malestares tienen raíces históricas. Popayán necesita mejorar los servicios públicos. Las estructuras criminales van en aumento. Las finanzas municipales demuestran insolvencia económica. No para la controversia que rodea el contrato millonario del Hospital San José de Popayán. Hay que ponerles mano a las basuras, a la imprudencia de conductores, respeto por las señalizaciones, parqueo donde les provoca, paleteros en los cruces, conductas que atentan contra la cultura ciudadana. Hay que devolverle a la ciudad, el goce del espacio público. La ocupación permanente o parcial de vías públicas, indican que el imperio de la ley no existe. Hay que cancelar la multimillonaria deuda a los hermanos Solarte para evitar esa “papa caliente”, de más de 30 años, que asciende a ciento veintiocho mil millones de pesos que puede llegar al embargo o intervención con Ley 550. Hay que frenar el desempleo y, enfrentar la corrupción con decisión. Dificultades financieras por elevadas deudas, paralizan el funcionamiento de la administración. Impagables intereses hacen crecer exponencialmente los compromisos financieros. Y los ingresos por impuestos son raquíticos e insuficientes para atender puntualmente sus gastos.

En fin, todos queremos que al alcalde le vaya bien, por el progreso de Popayán y, eso implica ayudar, pues en este barco viajamos todos.

Civilidad: Un plan de acción, requiere liderazgo con gran capacidad, imaginación y creatividad de acciones efectivas de gobierno.

Teléfono: (57) (601) 742 9336

sábado, 22 de junio de 2024

Amor a mi ciudad



La gente que ama a Popayán está inclinada a dibujar en su imaginación la idea de porvenir, con su plaza, sus árboles, sus bancas y caserones, sus autoridades y sus habitantes. La gente que ama a la ciudad piensa en sí misma, y piensa viviendo en la ciudad de sus sueños. Aunque la realidad le pase luego la factura y rompa las paredes y llegue la lluvia del invierno sin dejarla transitar para observarla en su belleza. Inevitable los vientos de perfección, el anhelo de felicidad completa. Aquí se pone y se quita, se borra y se pinta la ciudad con sus costumbres, sus fiestas, y sus tradiciones. Pero, no a todos nos corre la idea de ciudad perfecta.

Seguimos anhelantes de un ideal, en un conjunto de reglas para observar, para comunicar dignidad, decoro y elegancia a nuestras acciones y palabras. Retornemos al pasado, del carácter generalizado, recuperando la urbanidad y el civismo. Que suenen las trompetas y cornetas, en las calles cubiertas de azahares, geranios y penitentes, con el calendario de las cofradías de nuestra Semana Santa. Payaneses evocando al Maestro Valencia, al pintor Efraím Martínez. Otros brindando por este suelo recalificado, concejales irrigando resultados buenos, hasta la felicidad de constructores y conductores vehiculares. Unos más, enorgullecidos de “Chancaca”, “Guineo”, “Zócalo”, y las modas, prefiriendo a la generación capitaneada por la modernidad.    

Admitamos que a los patojos raizales nos falta ambición, pero nos sobra afán para llenar los templos y las calles de nazarenos.  La falta de ambición tiene siempre que ver con los términos medios. En “Popaiam”, hay que aceptar que nos identificamos con la parálisis.  Términos medios con las consecuencias de la realidad:  los paros cívicos no facturan e incívicos contra las fachadas de nuestra ciudad. A trancas y trancones, aprendimos a convivir con resiliencia. El problema resulta más grave cuando la falta de ambición se convierte en un manto de tristeza, medianía insoportable, que paraliza la ciudad. Eso le ocurre a mi “Popaiam”

Buscando “un buen novio”, la bella Popayán, se acercó al matrimonio con democracia. Votos matrimoniales, confundidos con el amor a esta tierra. Aunque las promesas no sirven de nada, porque no dejan nada y, porque no tiene nada que ver con la agenda del futuro. Lo valioso es la voluntad de servicio y la responsabilidad. Dejar atrás los rencores para acariciar todo lo que brota en la ciudad. Popayanejos, payaneses y patojos desde ya, prevenidos del defecto de la antipatía hacia la linda ciudad.  La luna de miel ya pasó. Invitados a la fiesta de la democracia, eligieron el reemplazo del alcalde Juan Carlos López Castrillón, quien nunca se enfadó por las críticas. Cumplió bien, para otros no al no aterrizar su agenda en la forma de los deseos de los críticos con razón o sin ella.  Ahora, los críticos ven la música y oyen la pintura, porque los compromisos en lo social no se vislumbran: disminución de pobreza, generación de empleo y, mejores condiciones de vida. La ciudad ya escogió. Ahora el impacto de la luz de la prosperidad debe cambiar sus propósitos.  La ciudad se expande bulímicamente y no parece conocer límite su despliegue vertiginoso. Popayán está en el atolladero, vive una economía hiriente. Paradojalmente, se extiende, por doquier hay comercio, se nota que hay muchos recursos económicos, calles atestadas de motores de alta gama lo demuestra. Estamos contentos viviendo en Popayán. Pero nos merecemos una ciudad un poco mejor que la que tenemos. Que se identifique con el progreso, con cambios: sociales, técnicos, económicos y culturales. Pero, las obras públicas no se construyen con el poder milagroso de una varita mágica. ¿Cómo podemos amarla si sobrevive en medio de tanta indiferencia?

La grandeza de Popayán, es cosa de siglos y reclama mucha determinación generacional para que funcione. Entre todos, poco a poco, paso a paso, con tenacidad y multitud de herramientas, ayudémosla.

Civilidad. La propuesta, es clara: no sólo podemos amar nuestra ciudad, sino que podemos hacerle el amor.

  

sábado, 8 de junio de 2024

Bellaquerías de la CEO

 


Son las 5 a.m. y ya hay 60 personas haciendo fila en el segundo piso del Centro Comercial donde atiende los reclamos la CEO. Compañía energética de occidente S.A.S. E.S.P, regida por las leyes 142 de 1994 y la Ley 1258 de 2008. Empresa monopolista, con un gerente, un subgerente y siete directores.  La burocracia es esencial para garantizar el buen funcionamiento, pero la CEO tiene tareas, acciones, que, desde hace un tiempo, no han podido minimizar la incidencia de tantos errores.  Errores que se reflejan en largas y tediosas filas que son el común denominador todos los días. El problema surge cuando los errores superan por miles de usuarios insatisfechos con quejas de diferente índole como resultado de la pésima administración de la CEO.  El caos en las colas mal gestionadas da como resultado hacinamiento.

La primera perversidad, es porque hay que hacer dos colas: una para que elaboren la factura y otra para que le asignen el turno para reclamar las infamias cometidas por la misma empresa. Odioso, dos colas para el mismo usuario en la misma empresa. Descontento en la multitud, del puro pueblo, de escasos recursos económicos, pues en las filas no se ve gente capitalista. Personas que piden permiso para ir a reclamar. Vendedores estacionarios que dejan de vender por acudir a estas oficinas. Malestar e inhumano para mujeres embarazadas, amas de casa con niños de brazos, ancianos que permanecen de pie durante cuatro o cinco horas para ser escuchados. Personas jubiladas, que dejan de comer para para pagar escandalosos recargos de servicios públicos: energía, gas, acueducto, alcantarillado y aseo. Pues, mientras los valores de los servicios públicos suben por ascensor, los salarios y pensiones suben penosamente por escaleras. Indolentes directivos porque lo más valioso para el usuario es su tiempo, sin saber cuándo será atendido para solucionar los errores que cometen por la mala facturación.  

Bellacos directivos sin dar la cara, inconscientes del fastidio de los usuarios, agravándoles su situación económica sin reconocer que, por causa de la actualización de la facturación, software, programa o aplicativo plagado de inconsistencias, que mes a mes, le recargan al cliente o usuario que aún no saben manejar. Facturas recargadas del 100 % y 150%, o más, sin justificación alguna, en hogares, que No pueden pagar las desmesuradas facturas de la CEO, pero que de no ser cancelas les cortan el servicio, aumentando el valor por reconexión. Falta de información de la nueva plataforma, cambiaron los medidores que ahora leen desde el centro de operaciones, cuya factura debe ser impresa por el usuario, porque tampoco las reparten a domicilio como es la obligación. Errores en los cálculos de lecturas, incumplimiento de la normatividad, falta de organización empresarial. Y como si fuera poco, reclamos por créditos del programa “Brilla” endosando valores por compras no autorizadas sin explicación ninguna, gravando aún más la cuenta por pagar. Valores, que podrían constituirse en estafa o fraude que denuncian, pero que no obtienen solución a tiempo.

Este cúmulo de malos manejos en la prestación de los servicios públicos, le corresponde a la Superintendencia de servicios públicos, para que operadores monopolísticos no abusen de la posición dominante. Son miles y miles de reclamaciones sobrepasaron entre enero y abril de presente año 24.793, quejas ya sea por problemas en la facturación, o por suspensión del servicio, porque llueve o porque hace viento. Ojalá algún día, la Superintendencia de Servicios Públicos, la Defensoría del Pueblo o la Procuraduría le pusieran coto a tanto abuso ¿Será?

Civilidad: El pueblo desunido siempre será vencido.

domingo, 2 de junio de 2024

La Carta Magna

 


Ante la dificultad de sacar adelante las reformas sociales, el presidente Gustavo Petro lanzó la idea de un mecanismo popular. Inmediatamente se abrió la polémica. No faltaron las reacciones rechazando su mensaje. Es otra idea, como las que acostumbra el presidente Petro. Igual que Alfonso López Michelsen, cada vez que hablaba, ponía a pensar a la gente. En el laberinto de su misión, el presidente Petro, no oculta su ideología y sin pedir consentimiento a nadie, lanza su ideario, haciendo eco a capciosas preguntas ¿Constituyente, para qué? ¿Cuál sería la forma?

El síndrome del futuro, genera malestar por las transformaciones radicales del presidente. La matraca de tantas reformas, son prueba fehaciente de que el pútrido Congreso, incumplió su rol, para concretar la evolución del país, que podría ser por la vía ejecutiva. Pero, es en el marco del diálogo abierto, donde se pueden resolver las pujas entre los intereses opuestos que existen en toda sociedad. Cuando diserta el presidente, poco agradan sus principios políticos, como tampoco la propuesta de que el pueblo se de sus leyes fundamentales. No le rebajan los insultos, en la creencia de que es una usurpación y, que por la fuerza quiere introducir reformas haciendo funerales de nuestra constitución de 1991. 

La historia se repite. Hace 60 años, Jorge Eliécer Gaitán señaló la distancia existente entre el país político y el país nacional. La élite política, más preocupada por mantener el poder y proteger sus privilegios, había olvidado su rol principal de interpretar y representar a los ciudadanos de a pie, al país nacional, y defender sus intereses.

Filosóficamente, poder constituyente significa darle soberanía popular, proporcionarle al pueblo el logro completo de labrar su propia suerte para allanar el camino de la constituyente. Pero, la constitución de 1.991 establece unos artículos que, sin cirugías, hay que cumplirlos. La Asamblea Nacional Constituyente de 1991, reformó la “Carta Magna” de 1886, aprobando el artículo 374 que dice: "la Constitución Política podrá ser reformada por el Congreso, por una Asamblea Constituyente o por el pueblo mediante referendo". Artículo 376.  "Mediante ley aprobada por mayoría de los miembros de una y otra Cámara, el Congreso podrá disponer que el pueblo en votación popular decida si convoca una Asamblea Constituyente con la competencia, el periodo y la composición que la misma ley determine. Entendiendo que el pueblo convoca la Asamblea, si así lo aprueba, cuando menos, una tercera parte de los integrantes del censo electoral". "La Asamblea deberá ser elegida por el voto directo de los ciudadanos, en acto electoral que no podrá coincidir con otro. A partir de la elección quedará en suspenso la facultad ordinaria del Congreso para reformar la Constitución durante el término señalado para que la Asamblea cumpla sus funciones. La Asamblea adoptará su propio reglamento".

Entonces, la Constitución sí puede reformarse a través de una Asamblea Nacional Constituyente, para ello, el Senado de la República y la Cámara de Representantes deben aprobar una ley para convocar a los colombianos a elecciones. Ley que debe pasar a sanción presidencial y el jefe del Estado, enviarla a la Corte Constitucional. Luego, convocar, en determinada fecha, al pueblo, que es el constituyente primario, para decidir si aprueba o no el llamado a la Asamblea Nacional Constituyente en los tiempos y composición que haya definido el Congreso. El tarjetón electoral deberá tener las opciones de voto 'Sí' y 'No' a la convocatoria, y los temas que se tratarían en la Asamblea. La Registraduría Nacional, indica que el censo electoral de Colombia es de aproximadamente 39 millones. Por lo tanto, se necesitarían cerca de 13 millones de votos (la tercera parte) por el 'Sí' para que prospere. Aceptada la Constituyente, se deberán elegir a las personas que la integrarán, en un número de curules definidas en la ley aprobada por el Congreso. Conformada la Asamblea Constituyente, "quedará en suspenso la facultad ordinaria del Congreso para reformar la Constitución durante el término señalado para que la Asamblea cumpla sus funciones", según el artículo 276 de la Constitución Política.

Civilidad: El divorcio que vive Colombia no es nuevo y, convocar asamblea constituyente es un largo panorama y complejo.