Escribo esperando que se hayan
ido, turistas nacionales y extranjeros y, el último patojo que se quedó en Popayán
empacando y guardando todos chécheres de la Semana Santa. Estas líneas, a duras penas para los que quedamos
en Popayán. Los que amando la ciudad, como buenos patojos, rajan de todo el
mundo, sin sostenerle nada a nadie. Patojos
raizales que hablan todo el año de santos, en los que creen como buenos
católicos, menos en el “novel de la paz”.
Entonces, visité a mi amigo,
alto, pero nada obeso, para más señas, en la juventud, gozó su cabellera rubia.
Ahora con su próspero negocio en remodelación, donde a diario cambia de modelos,
se acostumbra “patojear”, como lo hacían en otros tiempos en la farmacia blanca
de Don. Jaime Velasco, -sin parentesco con el funcionario del alto gobierno-. Agradable
oficina, con buenas y cómodas sillas, aunque sin tinto, porque rosquillas o
pandebono hay que llevarlo como anzuelo para que le ofrezcan un café amargo. “Tochipa”,
mi generoso amigo, se excusa, diciendo, “ni azúcar ni carbohidratos porque afectan
el peso corporal”, por eso en este negocio no contribuimos con la obesidad”. De todas maneras, ese lugar
es ideal para tirar lengua y, para rajar de los demás como un derecho
fundamental de las personas.
Uno a uno, van llegando, gran
saludo, estrecho abrazo y empieza la función. Comerciantes organizados que
pagan impuestos al erario local, departamental y nacional; todos ellos, están muy,
pero muy agradecidos con los indígenas por no bloquear la vía Panamericana
durante la semana Santa. Estamos felices, dijeron con verdadero entusiasmo,
exclamando: “gracias señores del Cric. Gracias señores guambianos, se la
echaron en esta ocasión”.
Levantó su voz, “el negro”, no
por el color de su piel, sino porque así lo llamamos cariñosamente. Aseverando:
“Sí señores, los indígenas merecen una condecoración y hasta una estatua del
cacique Pubén con sus hijos Payán
y Calambás en el Morro de Tulcán”. Aplaudieron, porque los indígenas no
volvieron a bloquear la vía. Estamos agradecidísimos, pues las ventas
aumentaron y las utilidades crecieron, ojalá mantuvieran esa conciencia para el
progreso de Popayán.
Otro, ripostó: “No se hagan
ilusiones, porque ahora no son los indígenas los que bloquean, pero se volvió
común que la Panamericana sea un arma de lucha”. “Profesores taponan la vía
porque se les acaba la tiza”, por la salud, por falta de docentes. Todo el que
quiera tapa la vía. Arman berrinche y la Panamericana se abre y se cierra por
todo.
Uno más expresó: “mejor
cambiemos de tema, diciendo: ¡Y que tal los cien primeros días del alcalde
…Juan Carlos Muñoz! De inmediato relataron: ¡Todos son iguales! Cambiaron solo
de apellido. Por lo tanto, son semejantes, en hablar y hablar y en nada que
hacer. Alguien afirmó, “yo meto mi
cucharada: “malangas el nuevo alcalde”. Cambió de apellido, pero no cambió los
semáforos humanos. Hay paleteros en las glorietas y en las intercesiones
viales. Se afirma, que no hay recursos, prefiriendo a los hermanos venezolanos
que piden monedas. Y siguió diciendo, “guardas de tránsito, tampoco”. “Le quedó
grande el cargo ¡Estamos jodidos!”
Un amoroso con Popayán, en
tono alto, contradijo: me entrometo porque hay que apoyar la institucionalidad,
y a los mandatarios elegidos, al fin y al cabo, esa es la democracia, aunque
nos maten. Y, despidiéndose expresó: “yo mejor me voy”. A lo cual, en coro, le replicaron:
¡No te vas que esto se va a poner bueno!
Civilidad: El gobierno es el sistema de personas, leyes
y funcionarios que definen y controlan la ciudad en que vivimos. HDG
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