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sábado, 9 de marzo de 2024

Patojo todos los días

 



Ser patojo es lo más parecido a un título de nobleza de aquellas épocas pretéritas.  Es la esencia de una raza que existió en Popayán, digna de pocos y envidia de muchos. Algo así como tener sangre azul, es decir: ´de familia aristocrática´. De todo lo captado en la obra monumental del pintor Efraím Martínez. De caballeros de la realeza que no salían al campo a trabajar, por tener la piel más pálida, a través de la cual se les podían ver las venas. En contraste, con esa realidad hoy perdida, el ´patojo´ real es aquel nativo que tuvo niguas y que le corre pipián por las venas.

Cuando llegaron los colonizadores, ya había pobladores en este valle de Pubén que cultivaban las niguas. Francisco López de Gómara, el cronista español del siglo XVI, que insistió en la Conquista de México y Centroamérica, las describió así:

“La nigua es como una pulga pequeñita, saltadora y amiga del polvo; ni pica sino en los pies; se mete entre cuerpo y carne; pare luego sus liendres en mayor cantidad que cuerpo tiene, las cuales en breve engendran otras y, si las dejan, se multiplican tanto que no las pueden agotar y remediar sino con fuego o con hierro. El remedio para que no piquen es dormir con los pies descalzos o bien cubiertos. Algunos españoles perdieron con esto los dedos de los pies y otros todo el pie” (Fco. López de G. Historia General de las Indias, I Hispania Victrix, 1985, p.65).

 

Así que hace más de 200 años, esta plaga invadió cada rincón de Popayán. Era un insecto llamado ´Nigua´ que se metía entre los pies de la gente que andaba descalza o con alpargatas de fibras naturales, provocándole infecciones y una terrible picazón, que los hacía caminar con los pies abiertos, como caminan las aves de este tipo.

Hoy cariñosamente y sin ficción estética nos llaman “patojos”, por cuenta de esa plaga que se propagó en Popayán y, por lo que los pobladores de Popayán: indígenas, criollos, mestizos y mulatos, tenían morros de niguas en los dedos de los pies. En semejante cuadro conmovedor, los afectados se rascaban en los “testigos”- esquineros de piedra- colocados en las paredes manchándolas de sangre al haber sido infectados por ese bicho.  Estos esquineros como “testigos”, hoy se conservan en el centro de la ciudad, otros se restauraron y reconstruyeron después del terremoto de 1983, haciendo parte de la arquitectura del sector colonial de Popayán, que bien podría ser considerados como símbolo de la historia "patoja" contada mediante la expresión oral. Esquineros que en tiempos arcaicos sirvieron también, para proteger las paredes y muros de las vacas, mulas y caballos arreados desde los corrales de las ferias hasta el matadero. -yo conocí una familia de arrieros apodados los “arbolitos”-

En la genialidad del gobierno de la época, para matar esa “bacteria” de las niguas, decidieron pintar con cal todas las edificaciones por fuera y por dentro.  Y como esa guerra contra la Nigua durara mucho tiempo, Popayán quedó pintada toda de blanco, derivando su título de “Ciudad Blanca”.

Hoy todo ha quedado perpetuado para siempre, todos los símbolos, bajo la magia de la leyenda. Y como Popayán tiene una amplia cultura, mis antenas todos los días de mi existencia, seguirán abiertas para ser receptivo y repetitivo de aquellas patojadas que me conmueven a ser más patojo todos los días de Dios.

El gentilicio, indica la procedencia de nacimiento. Pero yo, en mi sensibilidad humana, siendo natural de Popayán, repito simplemente, y con auténtico orgullo que soy “Patojo” todos los días porque amo a mi ciudad, porque la respeto, porque me gusta narrar su historia y, sus tradiciones.

 

Civilidad: Patojo es aquel que, teniendo el atributo de haber nacido en Popayán, exalta con inmenso vigor, todos sus rincones:  paredes blancas, el poniente sol, torre del reloj, el puente del humilladero y sus costumbres.

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