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sábado, 28 de enero de 2023

Gitanos en Popayán

 


Los gitanos vinieron a América con la llegada de Cristóbal Colón al Nuevo Mundo.  No se sabe cuándo, pero llegaron los gitanos a Colombia. Conocido es que, la Segunda Guerra Mundial fue un conflicto militar global desarrollado entre 1939 y 1945, haciendo que los gitanos emigraran. Entraron a Colombia por Barranquilla y se dispersaron por diferentes lugares del país. Al llegar a Itagüí se sintieron cómodos por la hospitalidad de los paisas, encontrando similitudes y cómo seguir con su tradición equina para comercializar con caballos. Se acoplaron al país y algunos, incluso, adoptaron la religión católica. Sin embargo, mantuvieron sus tradiciones, de unidad como familia, solidaridad mutua y exclusividad.   

Y, como todo el mundo es Popayán, no podía faltar que deambularan por la ciudad a mediados del siglo XX.  Como judíos errantes, ocuparon predios baldíos llenos de pasto verde, amplias mangas o potreros: El Achiral, llano largo, El Cadillal. Allí se aposentaron hombres con sus caballos, carpas de tela a rayas -estilo árabe- con bonitas mujeres de cabello y faldas largas, llenas de accesorios y colores vivos que leían la mano y echaban las cartas. Era toda una feria, ver la caravana de familias gitanas nómadas y sin fronteras, asentadas en la zona. De niños, no podíamos ocultar la curiosidad y buscábamos pretextos para acercarnos a las carpas y observar las tradiciones de esta cultura.  

Vivían en carpas, sin separaciones entre habitaciones.  Dormitaban sobre mullidos camastros, alfombras, hamacas y sus decoraciones eran de madera con detalles grabados, estilo español. Tener sus viviendas bajo carpas les permitía mantener latentes sus tradiciones y cultura, pero les impedía acceder a servicios sanitarios y domésticos como agua y luz. Se conectaban a través de su lenguaje romaní, tras cada palabra que pronunciaban escondían su orgullo como pueblo milenario. Los gitanos son parte del mundo y el mundo es parte de su vida, así como sus tradiciones. En el libro “Cien años de Soledad”, Gabriel García Márquez, los retrata así: “Eran gitanos nuevos. Hombres y mujeres jóvenes que sólo conocían su propia lengua, ejemplares hermosos de piel aceitada y manos inteligentes, cuyos bailes y músicas sembraron en las calles un pánico de alborotada alegría”.

Los habitantes del sector recuerdan a los gitanos como personas maliciosas en los negocios, revelando algunos de sus trucos para comercializar con caballos que pintaban para que aparentaran relucientes, más jóvenes y atractivos. Ellos compraban caballos viejos de carretilleros para ponerlos bonitos. Y, lo hacían limando los dientes desgastados de los caballos, de forma tal, que parecieran puntudos, como de un potro - caballo joven- También les echaban cera y brillaban la dentadura. Era bastante usual, pintarles las canas con tintes. Pero, además, les colocaban debajo de la cola, -en el ano- una pepa de alcanfor. De tal manera que se sintieran chisparosos.  ¡Cómo no sentirse brioso con una pepa de alcanfor donde el lomo pierde su lindo nombre!

En su mayoría, los hombres, se dedicaban a negociar. Algunos de ellos fueron reconocidos por practicar los secretos en el manejo (alquimia) del cobre licuado para la fabricación de ollas, pailas y fondos paneleros.  Mientras los hombres se dedicaban a la fundición, las mujeres salían a la calle a practicar la adivinación. Era común verlas de a tres (por ley general un gitano nunca anda solo). En la puerta de la galería del centro, ejercían la quiromancia y la cartomancia: diciendo a los transeúntes: “Venga mijo le adivino la suerte”. También, vendían talismanes, amuletos a través de rezos o conjuros para la buena suerte. A su vez, purificaban alhajas, que, por arte de magia, cambiaban por fantasías.

Civilidad: Con la extinción de la cultura gitana, las personas también perdieron el pensamiento mágico.

 

 

 

 

 

 

sábado, 21 de enero de 2023

Historia de un mendigo en Popayán

 


Observando a un mendigo, recordé a otro que durante muchos años imploró la caridad pública en las esquinas de Popayán. Ojalá que esta historia verídica sirva para inspirar a futuros emprendedores.  Propicia para los que no han podido  alcanzar sueños.

Para el protagonista de esta narración, la vida en la calle fue muy dura. Pero sin ella no habría sido posible que fuera lo que hoy es. En su trasegar, hubo muchos momentos negativos. En la experiencia de estar sin sustento, le dio mucho aprendizaje y lo hizo madurar. Las dificultades económicas y la física hambre, da mucha confianza para luchar contra situaciones angustiantes.

El personaje de esta historia pasó -50 años- de su vida como vagabundo, nació en Popayán, en 1950. Hoy es un setentón de 73 años, festejando su nacimiento cada once de noviembre. Vivió bajo una ramada de zinc apuntalada con guaduas. Ese era su paradero; estuvo asentado en el corazón de la ciudad, carrera 10 calle segunda esquina; dirección patoja, detrás del Hotel Monasterio. Siempre se las ingenió para darse las formas para buscar la beneficencia de manos amigas que le dieran una moneda en calles y esquinas.

Para llegar al feliz desenlace de esta historia, hay que retroceder muchos años en el tiempo, sin acudir a un investigador para enterarse, sin sesgo, algo contado en algún libraco previamente contratado. Un testigo viviente me dijo: “no confío en ese libro porque lo escribió uno que no la conoció”. Por eso, hoy revivo la historia de mi personaje respetando su trabajo y sus símbolos.

Me atrevo a contarla, con argumentos y fuentes suficientemente confiables. Ante la ceguera de gente que no sabe cómo venció la pobreza pasando a la holgura económica. Aquí va un pedacito de su historia con nombre propio. Me refiero al “Benemérito Cuerpo de Bomberos Voluntarios de Popayán”, que nació pobre y, fue un mendigo. La brillante idea de muy reconocidos fundadores, le otorgaron la licencia de servir a la comunidad con abnegación y, voluntariedad, pero sin cómo subsistir. En aquel tiempo, siendo mendicante, sin recursos económicos, atendía los llamados para la prevención, atención y control de incendios, atención en todas las modalidades inherentes a su actividad y casos con materiales peligrosos, hasta el rescate de animales domésticos. Su fortaleza por sobrevivir, lo llevó a limosnear en calles y esquinas de la ciudad. Aquellos bomberos, hoy en el anonimato, acudieron n a la solidaridad ciudadana por el padecimiento ajeno; llenos de carácter y suficiente humildad pidiendo limosnas para sobreaguar. Porque hasta para pedir limosna se necesita coraje. Así se financió la institución bomberil, durante cinco décadas. Pero, la historia mal contada desconoce a quienes sacaron de la mendicidad a la institución bomberil. Fue una batalla bien librada al lograr la sobretasa telefónica para alimentar sus finanzas.  Y aunque usuarios de varias líneas telefónicas se quejaron; con premura, y diligencia, hizo el cambio hacia usuarios del acueducto, logrando salir de la penuria económica. Así pudieron reconocer emolumentos a un grupo de bomberos pasando de voluntarios a recibir un pago justo. Tampoco recuerdan, cómo pudieron edificar una sede digna para el Cuerpo de Bomberos de Popayán. Fue Comfamiliar Cauca quien abrió las puertas para la negociación del lote y para brindar salud de los bomberos.

Civilidad: Como siempre, los vencedores escriben libros de historia, dejando por fuera muchas verdades, porque, estos suelen olvidar a esas personas que se sacrificaron por los demás y cuya valentía no siempre ha sido reconocida.

 

 

 

 

domingo, 15 de enero de 2023

Bienvenido 2023

 


Sin equívoco, el 2022 no será un año para olvidar fácilmente. Terminó lleno de ajustes. En el mundo, en nuestras vidas personales y laborales hubo cambios.  Pero, faltan muchos más. En mi opinión la normalidad no ha vuelto. El año que empieza continúa pendiente de la pandemia global, que ojalá llegue a su fin. Sin olvidar el otro dilema delicado del mundo, cerrándole la puerta a esa ofensiva mundial desatada por Rusia y Ucrania, pues no hay un solo país en el mundo que no se vea afectado económicamente por ese conflicto bélico iniciado por el presidente ruso, Vladímir Putin, desde el pasado 24 de febrero del 2022

En el ámbito nacional, el gobierno del cambio no tiene marcha atrás, fue lo que se decidió en las urnas y punto. De allí que los diferentes partidos, grupos políticos y gremiales ya deben superar esa desconfianza que ha enmarcado sus relaciones. Como demócratas, se espera que en rápidos consensos logren concretar iniciativas para flexibilizarlas en bien de la comunidad. Es necesario que el temor ceda, que el egoísmo condescienda espacios de solidaridad en el comportamiento de nuestra sociedad. Que, con prudente ilusión, se confundan en un haz de esperanzadoras señales de cambio y que el odio pase a la historia con el año viejo. Que Colombia alcance el propósito exitoso de trabajar unidos para lograr objetivos comunes y, que muchos de los problemas que hoy como sociedad nos afligen sean solucionados. Que la mayoría de actores involucrados en conseguir la paz y la reconciliación, decidan sin las ataduras de las mezquinas agendas individuales.

Al arrancar un año nuevo, en el ámbito regional y local, démosle la bienvenida a todo lo que está por llegar. Nos espera la elección de autoridades locales, el 29 de octubre de 2023. Serán elecciones de alcaldes, gobernadores, concejales, diputados, y ediles de las JAL. Proceso electoral, que no debe ser usado por los aspirantes a esas dignidades para denigrar de los mandantes que terminan su periodo.   Que ese tema no sea su caballito de batalla. Lo que necesita el Cauca y Popayán, son propuestas y muchos recursos económicos. Se requiere mucha inversión en el municipio de Rosas para atender el desastre natural que afecta negativamente a la vida, al sustento de la sociedad humana y a los animales que habitan en ese lugar. 

No faltará el escéptico que pregunte: ¿bueno y como se logrará esto? porque acostumbrados estamos a mirar al otro como nuestro enemigo, al hombre como lobo del hombre como dijera Rousseau, por lo que es muy dificil cambiar esa partecita de nuestra naturaleza animal. La dirigencia local debe olvidar esa fea costumbre de sus campañas para difamar, calumniar, de todo aquello que nos genera inconformismo, como método para conquistar a electores.

Esperamos que en el año que apenas se inicia y que corre veloz, tomemos la decisión de volver a comprometernos como buenos ciudadanos. Sin importar lo duro que haya sido el año pasado; siempre se puede empezar de nuevo. Nunca es demasiado tarde para cambiar nuestra actitud para encontrar las oportunidades escondidas en cada nuevo día. Como ciudadanos de bien, manejemos el timón de nuestro mundo emocional lleno de optimismo inteligente, con la propensión a ver y juzgar las cosas en su aspecto más favorable.

Civilidad: Es necesario hacer un balance, porque muchas veces pensamos que todo va mal cuando no es así.