Con un
poco de nostalgia escribo estas líneas narrando pasajes de otras épocas para
recuerdo de los viejos y conocimiento de los jóvenes, ojalá para mirar con ojos
nuevos las antiguas costumbres y creencias. Al rayar el alba, cuando la montaña
despierta abrazada bajo el vuelo fantasmal de la bruma, contemplo desde mi
ventana, al abuelo Puracé, majestuoso
ante mis ojos. Sus frecuentes fumarolas, dejan la puerta abierta al contacto con
increíbles fuerzas interiores, dando rienda suelta a mi inspiración, proporcionándome
temas sobre los que escribir, ideas para empezar esta lejana historia.
Aprendí a escribir en
pizarra y entendí que hay que leer mucho, leer buenas obras. Clásicos de la
literatura que aguantan el paso de los años y, también la literatura
contemporánea que tiene obras buenísimas.
Hasta los años cuarenta,
circulaban monedas de plata 0900 con valor intrínseco. Hoy cargamos en nuestros
bolsillos monedas fabricadas con metales poco valiosos, dando lugar, en
ocasiones, a la inflación (situación producida el aumento exagerado de la
emisión de moneda o aumento continuado de sus valores físicos) Conocí las
monedas de I, II, V, centavos y, también, los pequeños billetes de 50 centavos.
Vaya, tiempos aquellos en que recibíamos V centavos para el recreo. Y con esta
moneda, en la tienda de la escuela pública, se compraba: una gelatina de pata,
un bocadillo, una melcocha y un pambazo. En la escuela pública, daban en medias
nueve y entredía, un vaso de leche y una ración de queso importados junto a un
pambazo (hoy, PAE, programa de alimentación escolar). Cuando narro la educación
del tiempo de antes, me estoy refiriendo a los
maestros totalmente respetables y respetados de aquella época. Tiempos en que, padres
de familia y sus alumnos les guardaban respeto por su apariencia integral. Total,
porque, además de saber transmitir sus
conocimientos, poseían otras dos funciones esenciales: el lenguaje y la
presentación personal. Antiguamente, era obligatorio aprender las tablas de multiplicar, como registro
básico para poder hacer cálculos. Había que estudiar mucho para los exámenes y poder pasar de un grado a
otro. La educación era muy dura, pero el estudiante salía mejor preparado que
en estos tiempos. Las materias que enseñaban, eran diferentes a las que hoy
tienen. Enseñaban escritura con método Palmer; geografía, historia de Colombia
e historia Universal, Ética, Urbanidad de Carreño; manualidades, Dibujo y Catecismo
del jesuita Gaspar Astete. Hoy en
día, el hombre medio parece haber perdido la clave de su propio ser; el
denominador común de credo y ritual.
Al referirme a la
"apariencia” es que, todo buen docente, no solamente debe ser digno y
competente en su profesión. Retrocedo en el tiempo, para recordar el porte, el tono
de voz, la personalidad, el estilo de vestir y la forma de dialogar de cada
maestro que por fortuna tuvimos los de ayer. Estoy convencido que mis leyentes,
siempre recordaran al maestro que les marcó la diferencia con alguna
particularidad en su estilo de vida, hábitos, moda y actitudes. Qué tiempos
aquellos, cuando no se compraban los títulos, ni se plagiaban tesis.
Civilidad: Qué tiempos estos, de prácticas de brujería con variados
y sorprendentes episodios, obligando a ofrendar ante los demonios a sus propios
hijos.