Quien no ha sacudido alguna vez la cabeza, cuando siente que
un dato se le ha borrado de la memoria o, la certeza de saber algo, pero no ser
capaz de recordarlo. De allí que, el futuro de Popayán
no depende solo de nuestros recuerdos presentes, sino también de todo lo que ya
no sabemos.
La bien amada Popayán, como
región histórica, fue una gran entidad, mantenida como tal, más por el poder
político-social de su élite, que por su posible homogeneidad regional. No hay
que olvidar que Popayán fue tierra de ilustres hombres; que colocó una extensa lista
de presidentes de Colombia, como:
Camilo Torres Tenorio, Francisco José de Caldas, Manuel José Castrillón,
Francisco Antonio Ulloa, Froilán Largacha, Tomás Cipriano de Mosquera, José
Hilario López, José María Obando, Julio Arboleda Pombo, Andrés Cerón Serrano,
Julio Trujillo Largacha, Diego Euclides de Angulo Lemos y, Guillermo León
Valencia, cuya obra principal fue la pacificación de Colombia. La historia agrega a la extensa lista de
expresidentes a dos ilustres personajes: Víctor Mosquera Chaux y Carlos Lemos
Simmonds, quienes hicieron tránsito por la presidencia de Colombia, solo por
unos pocos días, generando duras críticas por la pensión vitalicia a que se
hicieron merecedores durante ese efímero encargo. Hechas,
estas anotaciones no quiero aguardar más tiempo para poner mi pensamiento
cuando salga a la luz la verdadera historia digna de entallarse en bronce,
esculpirse en mármol, y pintar en largo lienzo, todo el efecto de tardanza de
interpretar, su revisado pasado.
En este
capítulo, medito sobre la leyenda, que desde hace muchos años circula, diciendo
que los restos de Don Alfonso Quijano “El Quijote”, están enterrados aquí. Por
tratarse de un simbolismo muy enaltecedor para la ciudad de Popayán, relato una
explicación muy bien argumentada sobre los orígenes de dicha ficción.
En
septiembre de 1598, llegó a Popayán, Don Jerónimo de la Rivera y Pimentel,
noble y arruinado castellano, con el nombramiento que le había hecho el rey
español Felipe II, como Inspector de los Quintos Reales, recolector de rifas,
además de otras funciones. Venía
desilusionado de la vida, no tenía hijos ni parientes y acababa de perder a su
esposa. Se vino de España sin dejar nada atrás, a excepción de un amigo en
Alcalá de Henares, quien tenía buen nombre, Miguel de Cervantes Saavedra y, por
apodo “El manco”, con quien lo unían lazos de la más estrecha amistad y cariño.
Escasos fueron los días de Jerónimo en América, pues a poco de haber tomado
posesión de su cargo, ante Don Francisco de Berrío, quien era Gobernador del
Cauca, fue atacado por las niguas de manera intempestiva, implacable y
desconcertante. Se le hincharon tanto los pies, -la parte más vulnerable para
el “Sarcopsilla Penetrans”- (nombre científico de la nigua) que lo
tiraron a la cama presa de los más atroces dolores y calenturas. Aterrorizado por ese flagelo, resolvió
regresar a España, abandonando a Popayán, en los primeros días de noviembre del
mismo año. Cuentan que, al llegar a la casa de Cervantes la dejó plagada de niguas
cuyas toxinas, como es natural, habían adquirido un alto grado de virulencia. Y
que contagiado Cervantes del insoportable prurito en los pies y en la región
glútea, también, lo tumbaron a la cama por las más fuertes fiebres que hombre
alguno haya soportado en la vida, produciéndole absurdos delirios de todo
linaje. Y que, impedido por estos, se sentaba a escribir durante sus
prolongadas vigilias, las extravagantes historias en el estilo más grandioso de
que hayan visto los pasados, vean los presentes y esperen ver los venideros
siglos, como el solía decir. Todo por obra y gracia de las niguas de Popayán.
Relata el profesor Crouchet, que hicieron su recorrido y su trabajo en el
organismo delirante de Cervantes, cuyo resultado fue nada más ni nada menos, que
la grandiosa obra: “El Ingenioso Hidalgo Don Quijote de la Mancha”.
Civilidad: Como el
olvido tiene mala fama, es provechoso recordar.
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