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domingo, 26 de diciembre de 2021

La lucha de Lucía

“Lucha” le decían. Yo no sabría decir, si el acortamiento cariñoso de su nombre que utilizaban en el habla informal sus amistades, vecinas cercanas e hijos, era porque de verdad era una gran luchadora. Sin duda, la lucha de Lucía, fue engendrar, levantar y educar con el abuelo “Quin” a sus nueve hijos: Hernán, Alix, Edgar, María Eugenia, Pedro, Elizabeth, Mirtha, Yenny y Miriam. Tampoco se decir, si eran héroes o inconscientes al tener esa extensa familia. Desde luego, eran otros tiempos en que los padres trabajaban intensamente para compensar la pérdida de sus escasos ingresos. Esa era la razón, por la cual, los padres de esa época, con tan numerosas familias, vivían sobrecargadas.

­En aquellos tiempos, los hijos de familias numerosas eran menos propensos a recibir educación, nutrición y cuidados de salud adecuados. En términos de dinero, el primer hijo era el que generaba un gasto mayor: ropa nueva, uniforme, juguetes, útiles escolares. El segundo hijo, generaba menos gasto debido a que las pertenencias del primero que ya no utilizaba, se cedían al segundo hijo y, así sucesivamente, hasta llegar al cuento reforzado, de que, tener muchos hijos no repercutía en la economía del hogar, gracias a la reutilización de materiales y ropa. Además, al primer hijo, lo educaban de tal forma, que a este le correspondía, ayudar en la educación de los subsiguientes hermanos.

Viene a mi memoria esta narración, por cuenta de la preparación del dulce de manjarblanco, el sabor que identificaba a la abuela Lucia, hasta cuando fue llamada a cumplir su labor en el Paraíso Celestial. La tradicional receta original era de origen español, pero la abuela la perfeccionó para que perdurara durante muchos años, dándole el punto exacto. Lástima, se la llevó consigo. Desde entonces, aparecieron varias versiones de ese dulce, desaprendiendo lo que aprendieron al lado de la abuela. El manjarblanco de “Lucha”, no ha podido ser superado por sus herederos. Es que tenía un sabor muy especial. Como el de ella, ninguno. Y, no es que se hayan cambiado los tres ingredientes esenciales de la versión clásica de ese delicioso manjar que, once años después de su partida a la Gloria Celestial, aún sigue siendo motivo de reunión de familias para preparar el dulce en diciembre. El manjarblanco es un dulce de leche muy antiguo, aunque ya no se prepara en la casa paterna, en fogón atizado con leña en alto, bajo y medio calor. Ahora se turnan en casas del resto de la familia, dando cada quien opiniones encontradas a la hora de meterle candela a la paila de cobre, recipiente que celosamente la tía “Lisbita” guarda y vigila como la niña de sus ojos.

Entonces, la clave no está solo en la leche de vaca sin bautizar, con el agregado de arroz remojado y molido que actúa como espesante, al que la abuela le llamaba cuajo para darle punto final y, con la cantidad exacta de azúcar. El éxito de batir 50 botellas de leche consistía en mover la cagüinga, -termino indigenista- para referirse al mecedor de madera de 1.50 de largo, durante unas seis horas hasta que tomara el color bronceado, para terminar envasado en el tradicional mate, totuma natural, para conservarlo fresco.

El dulce sabor de la leche batida era el ritual de la unidad familiar, para chuparse los dedos del raspao de la paila. De aquella tradición ancestral, se han hecho cargo, nietos y bisnietos sin haber podido dar con el punto exacto.

Civilidad: Las costumbres y tradiciones pierden fuerza cuando la gente cambia sus creencias, su modo de entender el mundo y el sentido de su vida.

domingo, 19 de diciembre de 2021

 


Estas dos palabras, de tanto repetirlas, todos los años, durante nuestra existencia, quiero creer que hacen parte integral de nuestro organismo mental, negándose a ser modificadas.

¡Feliz Navidad! Hermosa expresión que encierra la intención, el deseo, y el afecto de nuestros corazones hacia otras personas. Quienes celebramos en armonía con el significado de la misma, sin meternos en el torbellino comercial de este tiempo, recordamos que el Niño Jesús viene a decirnos a todos los hombres que hay esperanza y, que podemos comenzar de nuevo. Él siempre está interesado en la humanidad, pues nació como uno de nosotros, de los más pobres, para estar cerca de todos, y sentir lo que sentimos. Es un dogma cierto, que nos anima a meditar y a cambiar paradigmas.

Aproximándose el fin de año, fatigados por las “duras y maduras” del 2021, debemos hacer un balance de nuestras vidas al comenzar el 2022, renovando nuestros quehaceres con sentido propositivo y proactivo para poder lograr un cambio, empezando por nosotros mismos. Ser propositivo significa que no sólo piensa sus deseos, sino que da todo de si para cumplirlos, evocando todos esos bellos cuadros que nos inculcaron en nuestra niñez.

 

La “bajada” del Niño Dios, para la chiquillada de aquellos tiempos, era en reciprocidad al buen comportamiento durante el año escolar, el manejo de las buenas costumbres y la observancia de normas de Urbanidad y Civismo.  En una cartica especial, empezábamos pidiendo en forma colectiva. Garabateando nuestras primeras letras, pedíamos que, a nuestros padres y familiares, el Niño Dios les concediera licencia para vivir con salud, con oportunidades de trabajo y, para que no faltara nada en el hogar.

En esta espantosa crisis de la sociedad, carente de unidad en el hogar y, de amor pleno, Jesús, María y José, representan la Sagrada familia como un digno ejemplo. He allí, el sentido y el momento propicio para que nuestros hijos y nietos aprendan a vivir esta época, celebrando con auténtica fe, con valores, y alegría en familia. Esa es la esencia de la Navidad que está en el compartir en familia, celebrando el nacimiento de Jesucristo. El paso de los años y el avance tecnológico han hecho de esta fecha un momento para el derroche. La verdadera festividad se ha ido perdiendo con el tiempo, por ese modelo capitalista imperante en el mundo que ha transformado, lo religioso y espiritual en una ocasión para que la vanidad salga a relucir.

El gasto de las familias alrededor del mundo se dispara con la llegada de esta temporada navideña, debido a que se ha creado en la mente de los consumidores la idea de que para celebrar la Navidad es ineludible ir de compras. Todo el año, quejándonos de los precios de los productos en el mercado, sin embargo, en Navidad esos lamentos se dejan a un lado, atiborrando calles y centros comerciales con gente ansiosa por comprar lo que "necesitan", sin importar que en esta época las mercancías son más costosas. El llamado a gastar, mediante el bombardeo de campañas publicitarias y la fiebre navideña conlleva al endeudamiento, dejando de pagar las deudas pendientes, recurriendo a tarjetas de crédito, imperando la decisión de gastar dinero, asociando de esta manera, el amor hacia hijos, parejas, padres y madres.

 Civilidad: Dos peticiones al Niño Dios: que la paz sea una realidad y, que conceda a nuestros mandantes, mucha sabiduría para que gobiernen con justicia y equidad. 

¡Feliz Navidad dilectísimos lectores!

 

 

 

 

sábado, 4 de diciembre de 2021

A ritmo de chirimía

 

En este mes de alegría de niños y adultos, era muy atractivo encontrarse recorriendo las calles coloniales la música andante. Se escuchaba el auténtico folclore colombiano, sonando en aquellos conjuntos musicales que son un legado de nuestros antepasados, los indios "pubenenses". Era pues, el anuncio, la publicidad de la Navidad, mediante la música andante, a ritmo de “chirimía”, abriéndose paso con el diablo, que talego en mano pedía monedas.

 La chirimía estaba conformada por un grupo de música tradicional, interpretada por dos efectos musicales básicos: Uno, el instrumento que hoy llamamos flauta, de origen tan remoto que muchos descubrimientos arqueológicos dan fe de su antigüedad, cuando el hombre en su incesante descubrir el mundo que lo rodeaba, sopló por casualidad algún objeto y produjo el sonido, dando inicio a una variedad de tipos de flautas. El segundo instrumento esencial: la tambora de origen prehispánico, usado por los indígenas, una especie de tambor tubular construido con el tronco de un árbol ahuecado, taponado con dos parches a los lados. De generación en generación, ha sido mantenida por la tradición, este tipo de música que comprende, tanto la música folklórica como la aborigen. Esa es una característica por no recibir influencias externas, sino que es propia de su cultura nativa, como medio musical. En el sur del Cauca, aún acostumbran la música vernácula con areitos y bambucos; que, al llegar a Popayán, bajo órdenes de un director musical, aumentan su repertorio con villancicos y música tropical.

Para los caucanos, la chirimía es una marca indeleble. Y lo es, porque el sonido de la flauta, la tambora, acompañado de charrascas, el triángulo, los mates (maracas) sirven para alegrar especialmente las fiestas navideñas. La pieza musical, “El Sotareño”, bambuco cuyo autor es Francisco Diago, que bien entonado, por ese tesoro cultural llamado chirimía en agasajos sociales: bautizos, matrimonios, campañas políticas y, por supuesto, en las alboradas navideñas, bañadas de guarapo, chicha de maíz, aguardiente, hacían poner de pie y, con la “piel de gallina” a patojos de pura cepa.

Hoy evidenciamos la riqueza musical que encierra la chirimía en armoniosos conjuntos o chirimías integradas en formatos musicales de campesinos, indígenas, comunidades negras y desde luego, por virtuosos mestizos, particularmente en Popayán que con considerable esfuerzo pulmonar y la garganta del músico melodioso soplan notas musicales a través de ese instrumento de viento llamado, flauta. Es un instrumento ancestral, fabricado de carrizo principalmente, pero elaborado también, en diferentes materiales y medidas. Su sonido varía de acuerdo al tamaño. Otro instrumento musical, son las maracas, elaboradas en dos mates, en cuyo interior lleva granos de maíz seco, envueltos en un dulce abrigo.  Y cierra el instrumento denominado triángulo, construido con una varilla de metal cilíndrica doblada en forma de triángulo, que, al golpearla con otra varilla de metal, emite un sonoro sonido agudo, haciendo parte del grupo de instrumentos de percusión.

Entonces, entusiasmados esperamos que la tradición de las fiestas decembrinas continúe para oír los golpes de tambora y el sonar de las flautas en grupos de “chirimeros” recorriendo las solariegas calles, brindando recitales musicales que identifican a nuestra bella Popayán.


Civilidad: Realizar concursos para que esos grupos musicales, adquieran relevancia como “Chirimías Patrimonio inmaterial del Cauca”, reconocido por el Ministerio de Cultura.