En nuestra
ciudad existe la tendencia a reconocer todos los problemas, a denunciar
culpables, pero a negar nuestra propia responsabilidad, diluyéndola o atribuyendo
culpas sin conocimiento de causa. La conflictividad
florece ante la ausencia de canales institucionales para procesarlos por vías
pacíficas. La violencia como producto de una relación social conflictiva, surge
de intereses y poderes que no encuentran soluciones distintas a la diatriba. Acostumbramos
a erosionar rápidamente la legitimidad de nuestros gobernantes, vulnerando el
derecho al buen nombre y a la honra. Las opiniones respetuosas frente a
la responsabilidad personal, en contra de las presiones de la vida desorganizada,
desaparecieron. De tal manera que nadie se siente obligado a respetar normas de
convivencia social. Por eso, los componentes de justificación a conductas
irrespetuosas frente a los “otros” se multiplican a diario sin contemplación,
dejando sin valor las normas, actitudes y conductas responsables para obtener
una mejor calidad de vida en Popayán.
La ciudad antes vista
como una idea romántica ya no tiene esas bases reales. La violencia urbana
creció a un ritmo mayor que las urbanizaciones. Lo más grave, es que lo
anterior, no constituya una preocupación ciudadana, ni una expresión clara a
nivel de crisis urbana que forme parte de una agenda prioritaria. La
personalidad del individuo ¨moderno¨ no se identifica con Popayán. Se viene
construyendo una sociedad paulatina y constantemente en el actuar con otros sin
definición de lo correcto y lo incorrecto. Se identifican con tribus urbanas que hoy habitan la ciudad, con su
propio lenguaje, el estigma del barrio o el sector, dado desde las redes por grupos,
institucionalizados o no. Existen bandas, pandillas, también llamadas en la
jerga local como "juntas"; cuyo origen, en muchos casos, es de grupos
de niños que se conocían en edad escolar, quienes, por falta de un hogar bien
constituido, buscan un territorio donde actuar.
Seamos conscientes,
hay una ciudad que perdimos. Antes, podíamos
salir a la calle sin miedo, sin preocupaciones, existía confianza, convivencia
y esperanza, en donde jugábamos y caminábamos la ciudad y sus barrios con
orgullo e identidad. Esa ciudad se
esfumó, se perdió. Pero, no por ello, perdemos el anhelo de rescatarla. Todos queremos y merecemos una mejor ciudad,
en donde podamos salir a la calle sin miedo, donde podamos desplazarnos a
nuestro trabajo, a la escuela con seguridad; donde encontremos oportunidades
para vivir mejor y, con dignidad, para ser felices al lado de los nuestros.
Para reconstruir
el modelo de ciudad que queremos, sin distingo alguno, necesitamos saber que
terreno estamos pisando. Recapacitar para comprender que estamos fallando como ciudadanos.
Entender, que con nuestro proceder causamos daño a la ciudad y destrozamos la
reputación de las personas.
Civilidad: Amor a Popayán,
es dar el primer paso de respetabilidad, dimensionando la crisis que afronta la
ciudad. Conocer las raíces de los problemas que son variados y multicausales para
comprender cuándo la ciudad desvió su camino y perdió el rumbo por nuestro
propio error.
Pésame y solidaridad para Rodrigo
Zambrano Vejarano, hijos: Álvaro, Pablo, Marcela, Rodrigo José, Santiago
Zambrano Simmonds y demás familiares, ante la partida de este mundo de la
señora Astrid Simmonds de Zambrano.
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