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domingo, 30 de septiembre de 2018

Aplausos y reparos a la peatonalización | El Nuevo Liberal

Aplausos y reparos a la peatonalización | El Nuevo Liberal



Hablar de peatonalización produce urticaria. En tanto que, en las ciudades europeas es una forma de equipamiento normalizado, bajo el sabiduría de que, “una ciudad sin áreas peatonales representativas parece ahora desesperadamente anticuada”.
Hablar de peatonalizar el centro histórico de Popayán produce rechazo o aprobación, en la medida que sus ventajas o desventajas permitan consideraciones sobre el tráfico vehicular y urbanismo. Hay ejemplos prácticos que enriquecen como el de los visitantes, en especial el turismo extranjero, para quienes el centro histórico peatonalizado, se convierte en un remanso de normalización que facilita su estancia, al tiempo que culturiza la ciudad.


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domingo, 23 de septiembre de 2018

A diario aprendemos de los errores | El Nuevo Liberal

A diario aprendemos de los errores | 



Este escrito tiene doble propósito: informar y prevenir. Se volvió un tormento viajar a Cali. Es un martirio el trayecto Popayán- Santander de Quilichao y viceversa. Es un suplicio atravesar la cordillera con sus curvas y la seguidilla de tracto-camiones, que convierten el viaje en la más terrible condena. Sí, condena por soportar largas horas sentados en un automotor, hasta tanto no construyan la doble calzada Santander-Popayán, obligándonos a ser previsivos, saliendo por lo menos, con una hora de antelación a fin de llegar a tiempo a nuestro destino sin estas fatigas.

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domingo, 16 de septiembre de 2018

Cielo, suelo, pan y el flechazo de Cupido | El Nuevo Liberal

Cielo, suelo, pan y el flechazo de Cupido | El Nuevo Liberal



En el viejo edificio de Moscopán, bajo el cielo azul de la “Ciudad Blanca”, empieza una historia que muchos desconocen. Un abanico de secretos esconde las casas viejas y las calles empedradas de Popayán. Si los faroles que le dan un brillo especial a las casonas coloniales hablaran, cuando no dijeran.

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domingo, 9 de septiembre de 2018

Los hombres en la cocina… | El Nuevo Liberal

Los hombres en la cocina


Con el Congreso Nacional Gastronómico de Popayán, viene a mi memoria el chasquido de los dedos y los dichos con que mi abuela y mi mamá me sacaban “pitando” de la cocina: “Los hombres en la cocina huelen a caca de gallina” y, “afuera que hace calor”, decían enseñando que la cocina era oficio solo para mujeres. Pero, las costumbres cambiaron del cielo a la tierra.


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domingo, 2 de septiembre de 2018

¡A mí que me entierren ¡


HORACIO DORADO GÒMEZ

¡A mí que me entierren ¡


Cada que cumplo con la obra de misericordia de enterrar a los difuntos, pienso ¿cuándo me tocará la “vieja enemiga”?  Es un suceso inevitable. ¿Cuándo?, es un enigma. Por ello, debemos planificar el funeral, evitándoles a los dolientes, el estrés a la hora de tomar decisiones intempestivas bajo la presión de emociones fuertes. Entonces, hay que decidir: ¿incinerar o inhumar los despojos mortales?

Incinerar al difunto a la “broaster”, es un procedimiento anti natural y, hay que tomar otra decisión con las cenizas: esparcidas al mar o guardadas en un cofrecillo en casa. Siendo esta, la peor decisión que se puede tomar con la persona que deja este mundo. Expertos en temas paranormales dicen que dejar cenizas entre los vivos, abren puertas negativas que después cuesta mucho cerrar. Conservar las cenizas en casa, el muerto no descansa, porque sus familiares lo lloran a cada rato. El luto no termina (sadomasoquismo); los vivos llorando no descansan y el muerto tampoco.

La costumbre arraigada es una tumba en un cementerio de tierra bendecida y consagrada a Dios, aunque, tampoco hay seguridad para el cadáver. Los muertos no caminan, no andan, pero pueden ser transpuestos.

Entre el terror, la fantasía y el realismo, hay argumentos que dejan al descubierto que con los muertos se negocia, porque siguen siendo útiles y no descansan en paz. Después de muerto, al principio, los afligidos, dependiendo del amor que le profesaron en vida, le corresponden en número de visitas, ignorando si la tumba donde lo enterraron ha sido profanada.   

Veamos, un padre de familia, orgulloso y feliz con el rendimiento académico de su hijo en la universidad, se esforzaba para darle todo lo que pedía para la carrera medicina.  Un día le dijo: “Pa` necesito una calavera para estudiar los huesos del cráneo”.  El papá corrió donde el panteonero que cuidaba el cementerio, encargado de cavar tumbas, contándole el motivo de su visita. El panteonero respondió: “la tengo”. “Deme un tiempito, ¡tranquilo!”,  “la consigo”.  No me busque, no me llame, deme el número, yo lo llamo.
A los pocos días, le dijo: “le tengo la “calambimba” (calavera). Y, regateando, para cerrar el negocio, discutieron el valor de cien mil pesos. Está carita…, le reclamó.  El veterano panteonero le confesó: “uuuyyy, como así, en Cali le piden trescientas “Lucas”.  “Tenga en cuenta que era  de una señorita de unos 16 o 17 años”. Está limpiecita y la dentadura completa”. “Hasta puede dormir con ella”.   “Solo le falta los resorticos en la mandíbula para articularla”. “Ese es el precio…es que el negocio se puso malo”. “Antes, tenía billete en el bolsillo, me cuadraba con dientes de oro que arrancaba con alicate, haciéndome unos gramitos de oro”. “Hoy día, ni eso”. 

Corolario: la muerte es lo contrario de la vida, de modo que los muertos no ven ni oyen ni piensan. Aun así, yo le apuesto todo, para que una persona al fallecer sea sepultada como tradicionalmente se acostumbra, pues ello sirve de descanso para los vivos y para los muertos. El entierro anula los fenómenos  paranormales. ¡A mí que me entierren!