De
niños jugábamos a ser viejos. Nos gustaba aumentarnos los años para que nos dejaran entrar a cine a ver películas aptas para
mayores de 18 años. Queríamos tener la edad de una persona vieja, no por
curiosidad sino porque queríamos en realidad ser adultos para alcanzar las
ventajas de los viejos.
Me da vueltas y vueltas la cabeza llevándome
directamente a pensar en el
paso del tiempo. Inevitablemente,
echo la vista hacia atrás y me mareo al darme cuenta de lo rápido que han pasado
los años. Ahora comprendo que el reloj empieza a correr velozmente desde cuando
se nace. En otras palabras, empezamos a morir desde cuando nacemos. En verdad, el
tiempo pasa más rápido cuando somos felices, cuando nos divertimos. El tiempo
es esa unidad de medida que determina los momentos que vivimos, que a veces se
siente eterna y otras veces pareciera que solo durara un instante.
Los científicos
intentan descubrir cómo perciben nuestras neuronas el paso de los minutos y por
qué cuando estamos aburridos, los segundos parecen arrastrarse lentamente hacia
el futuro. Como dice el bolero “que lentas pasan las horas en esta cautividad…”.
En cambio cuando nos divertimos o
estamos felices el tiempo vuela. Cuando miramos el reloj… ya es de noche; y cuando menos se acuerda
ya es viernes y al menor descuido… se acabó el mes…. Y en un decir Jesús, llegó
diciembre y, san se acabó el año. Así pasamos sin darnos cuenta 50, 60 o 70
años. Contando tantos calendarios, solemos preguntar, ¿dónde están nuestros
amigos? Unos se fueron para no regresar, otros incapacitados para salir de su
hogar, por el deterioro de los años.
Por eso, ahora
que tengo tiempo, he dejado de concentrarme en el reloj. Ahora deseo que el
tiempo se detenga y como no se detiene, voy por la vida viendo pasar lo inútil que
son las horas. “Reloj detén tu camino” para encontrar a mis amigos y compañeros,
para saber cómo están y en que andan, para decirles lo importantes que son para
mí. Ahora que algunos amigos se han adelantado en el camino, reflexiono lo
corta que es la vida, me doy cuenta que llegó el momento de no posponer nada.
No hay que decir, después te visito, después lo hago, después cambio.
Cuando
estamos en la lozanía, siempre dejamos todo para después. Y después las cosas cambian… Después, el café
se enfría. Después, los hijos crecen y se van. Después la gente envejece.
Después la vida se acaba. Con el paso de los años, las agujas del reloj se
tornan enloquecidas, parecieran que, su
paso sin el peso, las aligeraran. Pero en fin…, el cerebro humano en vez de un
reloj interno, pareciera que posee una variedad de ellos.
Repensando,
la vivimos en cambios constantes, por lo que nunca dejamos de aprender a vivir,
de allí que la única forma de detener el tiempo es recordar el pasado.
Civilidad: Con las reminiscencias volvemos en el tiempo que ya
pasó.